19 de marzo de 2014

El cuaderno.

Primero fue el lugar donde anotaría mi amor por JC,
el amor fluyó tanto, tanto, hasta que chocó con la realidad, se quebró, sangró, sufrió y se esfumó... y el cuaderno quedó guardado.
Después surgieron las intensiones de escribir algo en concreto, pensamientos, ideas que iban surgiendo casualmente en los momentos en que no estaba cerca del computador, entonces retomé el cuaderno. Saqué los vestigios dolosos por aquel amor estrellado, sangrante y que se esfumó y con las páginas en blanco, como recién naciendo anote, anote, anote.

Y el gusto por anotar, escribir, anotar, pensar y escribir, egocentricidades cada vez más, escribir, anotar, pensar y escribir egocentricidades, fue adquiriendo costumbre, necesidad, tranquilidad, redescubri lo importante de escribir con la mano y la pluma, el lápiz, tachar, borrar, pero que las palabras ya no requeridas queden de alguna manera, plasmadas borroneadas ahí.
Y la costumbre se sumó al deseo de descanso, la posibilidad de viajar, no hacer nada más que pensar, escribir egocentricidades, sueños, tristezas, pensamientos, anotaciones, escribir egocentricidades. De noche, de día, en la mañana, a toda, toda hora, tomando el cafecito, para anotarlo a veces en el blog, otras que no salga de aquí, otras atesorado entre borrones, tachones, ideas, pensamientos, amores, dolores, impresiones.

El cuaderno tiene que estar siempre al alcance de la mano, en el sitio donde suelen aparecer las inspiraciones, si viajas dentro del bolso o cartera. Si estás en casa, en el lugar donde más suele pasar eso, en mi caso, en el velador de al lado de mi cama, donde antes de dormir, en una suerte de resumen de actividades, más no de diario de vida porque no siempre hay tanto que contar, pero si necesidad de aliviar el alma, recobrar el sueño, los sueños traerlos para que duerman y crezcan en mi mente. Más que psicologo, el cuaderno, aquellas páginas con rayas, cuadriculas, en blanco, donde poder plasmar palabras, ideas, pensamientos, palabras sueltas sin sentido aparente, historias reales, fantasiosas, dolores del alma, del ego dañado, suelen ser las más reconfortantes, con las que el alma vacía la intensidad, la cavidad queda en cero para quizás volver a ser llenada mañana.
Viajar, andar, caminar, dormir, trabajar, lejos del cuaderno, es acostumbrar a la mente a no retener, almacenar, guardar, todo lo que sientes, pìensas, quieres trasmitir, quizás no, pero que hay que dejar impresas en alguna parte.

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