26 de marzo de 2014

Ocho meses....

Y después de la maravillosa pero triste experiencia de soñarte por no tenerte, llegó tu octavo mes......... y me pasa como ayer que esta vez siento que fue hace nada, que andas verdaderamente rondando por el aire, cerca mío, que las cosas que pasan y que prentendemos hacer son para tí, para cuando vuelvas.............. ¿volverás?
Te amo mucho mamita.

25 de marzo de 2014

Soñar contigo.

Querida mamita,
A un día de un nuevo aniversario de tu partida, tuve el placer de volver a soñarte. Con tu bata morada, esta vez con camisón y siempre, siempre, sin oxigeno. Una alegría y la tristeza al despertar, al contastar que no estás....

19 de marzo de 2014

El cuaderno.

Primero fue el lugar donde anotaría mi amor por JC,
el amor fluyó tanto, tanto, hasta que chocó con la realidad, se quebró, sangró, sufrió y se esfumó... y el cuaderno quedó guardado.
Después surgieron las intensiones de escribir algo en concreto, pensamientos, ideas que iban surgiendo casualmente en los momentos en que no estaba cerca del computador, entonces retomé el cuaderno. Saqué los vestigios dolosos por aquel amor estrellado, sangrante y que se esfumó y con las páginas en blanco, como recién naciendo anote, anote, anote.

Y el gusto por anotar, escribir, anotar, pensar y escribir, egocentricidades cada vez más, escribir, anotar, pensar y escribir egocentricidades, fue adquiriendo costumbre, necesidad, tranquilidad, redescubri lo importante de escribir con la mano y la pluma, el lápiz, tachar, borrar, pero que las palabras ya no requeridas queden de alguna manera, plasmadas borroneadas ahí.
Y la costumbre se sumó al deseo de descanso, la posibilidad de viajar, no hacer nada más que pensar, escribir egocentricidades, sueños, tristezas, pensamientos, anotaciones, escribir egocentricidades. De noche, de día, en la mañana, a toda, toda hora, tomando el cafecito, para anotarlo a veces en el blog, otras que no salga de aquí, otras atesorado entre borrones, tachones, ideas, pensamientos, amores, dolores, impresiones.

El cuaderno tiene que estar siempre al alcance de la mano, en el sitio donde suelen aparecer las inspiraciones, si viajas dentro del bolso o cartera. Si estás en casa, en el lugar donde más suele pasar eso, en mi caso, en el velador de al lado de mi cama, donde antes de dormir, en una suerte de resumen de actividades, más no de diario de vida porque no siempre hay tanto que contar, pero si necesidad de aliviar el alma, recobrar el sueño, los sueños traerlos para que duerman y crezcan en mi mente. Más que psicologo, el cuaderno, aquellas páginas con rayas, cuadriculas, en blanco, donde poder plasmar palabras, ideas, pensamientos, palabras sueltas sin sentido aparente, historias reales, fantasiosas, dolores del alma, del ego dañado, suelen ser las más reconfortantes, con las que el alma vacía la intensidad, la cavidad queda en cero para quizás volver a ser llenada mañana.
Viajar, andar, caminar, dormir, trabajar, lejos del cuaderno, es acostumbrar a la mente a no retener, almacenar, guardar, todo lo que sientes, pìensas, quieres trasmitir, quizás no, pero que hay que dejar impresas en alguna parte.

16 de marzo de 2014

La tijera.

Intentando retomar el juego "Pide al tiempo que vuelva": donde atesoramos algo del pasado en el ahora, para regresar en el tiempo y juntos... En esta ocasión, atesorando a "la tijera".

En mi caso,
aquella no cualquiera,
sino la que mi papá me comprara, dentro de mis útiles escolares, para entrar a 1º de primaria, hace 39 años. Él como buen hombre antiguo y delicado, valorador de los objetos y sobre todo los de papelería.... aquellos atados de hojas, papeles de todos colores, texturas, variedad de grosores, lápices, plumas, tinta china, las tintas y sus colores, el aroma de aquellas tiendas que mezcladas con el del resistol, agorex, las maderas de los estantes, eligió ésta tijera y no otra, una de buena calidad que con los cuidados apropiados puedieran acompañarte por siempre jamás. En un antes ya pasado, fue plateada, ahora va en negro, pero continua filosa, delgada, suave, liviana....

Y me embarco en la tarea de encontrar a su igual,
aunque primer tropiezo: estamos en Ciudad de México y no en Guadalajara donde fue adquirida.... comienzo a ver con tristeza que quizás mi emprendimiento sea fallido,
voy de papeleria en papeleria, recorriendo barrios, subiendo y bajando escaleras, cambiando de rutas el metrobus, pensando que tendría, el tendría que atormenta se instala en el mate y tala, tala, tala, repitiendote como pajaro carpintero: "debiste acordarte en Guadalajara y buscarla allá". Pensamientos que no cooperan, no quieren entrar en el juego, dejando ideas rápidas sobre si el juego en cuestión no será tiempo perdido....más que en lograr que el tiempo vuelva.

Me mantengo firme en mi aventura,
el aliciente a esta cruzada,
la cruzada que le da aliciente y aliento a mi aventura,
la aventura que no es otra cosa que la vida....

Otro error o torpeza que no debiera ocurrir en el juego: poner demasiadas expectativas a cosas, momentos, situaciones, impidiendoles fluir, ocurrir...
intento hacerlo,
intento continuar la busqueda de la tijera,
puede no ser tan igual, ya no lo será porque no estamos en Guadalajara, han pasado 39 años, el mundo ha cambiado, los objetos también....pero estamos todavía en México, el hechizo funciona mientras estemos en territorio... continuo, busco, busco, busco....

La encuentro.
Los tiempos han cambiado,
tiene el mango de plástico y en azul,
la punta no es afilada, sino chata,
pero tambien es liviana, viene en un estuchito de plastico,
es mexicana, curiosamente dice Made in México,
fue comprada en territorio mexicano,
"debe ser del lugar" dicen las instrucciones del hechizo.... continuo con los pasos siguientes.

Tengo la tijera en mis manos,
al mirarla pienso en la otra, 
la que me compró mi papá y que está en el escritorio de Santiago,
y ésta sobre el escritorio de Antonio,
pero estamos en México, 
concentro las energías para pensar en el conjuro que está por comenzar, en el momento que la primera se encuentre con la segunda.... uno, dos, tres.... se reunirá la primera con la segunda en Santiago, sobre mi escritorio, una frente a la otra....

Y en ese instante, los astros se jutaran por un instante,
en un corto circuito de estrellas y luceros y lo que tiene que estar allá volverá y lo demás desaparecerá....

13 de marzo de 2014

Divagando...

No puedo evitarlo,
viviendo en una hermosa y cómoda casa,
leyendo tranquilamente el diario (periódico),
los pensamientos se apoderan de mi mente....
soy una pajera redomada,
a veces esto de tener tan encendido el mate es problemático,
fundamentalmente porque si al menos estuviera resolviendo alguna verdad absoluta y trascendental que ayudará a más de uno.....siendo que todo lo que hago es pensar, repensar, pensar, meditar, sobre mi ombligo y sus circunstancias.

Los pensamientos están clavados en este viaje,
lo encontrado, perdido, atesorado, si era bueno, malo, si valía la pena,
todavía no estoy en posición de revelar tantas incognitas,
el remesón existencial esta en repaso y tránsito,
pero si tuviera que responder espontánea y rápidamente diría que por sobre todo prefiero una existencia "remecida" que una vida plana.

Paty, una querida amiga tapatía, me comentaba que entendía lo que me pasaba, ya que ella se fue a Guate por 14 años y al volver, siempre, siempre, ha sido a través de un remesón tras otro. Que ha sacado experiencia en el tema, que trata de no impresionarse ni sufrir con los remesones, pero que estos aparecen sistematicamente cada que vuelve. Porque los que nos vamos somos en gran medida a quienes se les produce el cambio, el mundo pasado se transforma en la ilusión poética, diafana, lo más bello jamás antes vivido y el presente y futuro sobre todo si son lejos de casa, casi pierden el sentido, el valor, el cariño. Entonces cada que regresamos al lugar ensoñado, con el cúmulo de sentimientos y expectativas, los remesones se dan uno tras otro. Porque pareciera que a ellos a quienes vmaos a ver, no se les ha modificado gran cosa la vida y encuentran lo más normal, cotideano que volvamos y nos veamos una vez cada 5 o sei años....

Solo cuando salgan,
y lo hagan por un tiempo largo,
podrán entender lo que es esto del remeson... hablando desde el ego mas absoluto,  supongo que salir y entrar es un ejercicio que nos abre la mente, el corazón, nos hace resilentes, fuertes, corajudos, valientes, arriesgados. Algunos siguen adelante y olvidan, otros seguimos adelante, vivimos pero no logramos olvidar jamás de los nuncas el lugar donde fuimos más felices imposible. Asi como también más exigentes del cariño de los que no se vio hace tanto tiempo y por tal, cuando volvemos a nuestro lugar, a donde nos sentimos pese a todo "parte", los primeros momentos sentimos que no encajamos, que no nos pescan y comienza el remeson......

También uno debiera aprender a no esperar tanto, Paty me dijo algo como "no hacerse tantas expectativas", aunque es fácil decirlo otra hacerlo, porque volver al sitio amado, donde hay tantos recuerdos, momentos, nostalgias, situaciones, historia, como si nada no sé si alguien pueda hacerlo, yo sé que en mi caso no. 
Eso puedo hacerlo al volver a Chile, Santiago, porque exceptuando mis hermanas, sobrinas, Topito, Suki, la casa y un par de amigos, no tengo nada, absolutamente nada que me una a ese lugar, más ahora que mis papás ya no están. 
O sea que la ecuación incorrecta es "a más sentimiento y expectativas = agarrate que el remeson te hara volar". 
A mi me hizo re volar pero salí ilesa y me quedó gustando, asi que ya estoy juntando dinero para volver.....

9 de marzo de 2014

Nuestras mascotas.

Volviendo atrás en el tiempo hasta los años mozos en Guadalajara, no tengo recuerdos de perros callejeros en la ciudad, esa realidad tan común que uno observa en las calles de Santiago a diario, allá no había. Con el tiempo supimos que no se debía a que fueran desarrollados, por el contrario, ante los altos índices de perros vagabundos, los gobernadores de Jalisco, de tanto en tanto ordenaban matanza absoluta de canes.
En cambio existían, si bien los menos, amigos o cercanos de mis padres que tenían mascotas perrunas. Los más viviendo en la azotea de sus casas, los pocos conviviendo con ellos como nuestras vecinas españolas, las señoritas Arceluz, que tenían a la Chiquita, una perrita quiltra de estatura media, color miel, patitas blancas, entera peludita lanosa y muy cariñosa y buena, que era la luz de esas tres mujeres.

Antes de conocer a la “Chiquita”, supimos de un Doberman, feo como lo son, para mí, los perros de esa raza, que para su pesar, el dueño y amigo de mi papá, lo bautizó a saber por qué ¿no lo querría? Como Pinochet.Para esos entonces y los tiempos que corrían, en los que nosotros que veníamos llegando a Guadalajara expulsados de Chile (1975 – 1976), era un poco fuerte que una mascota llevara ese nombre siniestro, porque en apariencia no son precisamente dulces y encantadores, en cambio si colmilludos que gustan de mostrartelos no solo cuando ladran. Por eso es que aprovechando esas caracteristicas, los usaban de guardianes del hogar, solo que desde el techo. Y corría la leyenda que si les dabas de comer carne cruda y bien ensangrentada, el perro se hacía mucho más agresivo, feroz y malo, que ante todo lo que no fuera su familia, tiraba a atacar y morder. Pues a saber si sería verdad o no, pero lo que si es que al tiempo, algún vecino, envenenó y mató a Pinochet.

Después continuamos nosotros, como clan familiar allegados en esa hermosa y cálida ciudad, la costumbre arraigada por mis padres, de poseer nuestras propias mascotas.
Un colega académico de mi papá, Joselo, nos regaló a Pepita Pardo, el nombre le venía puesto porque había sido de otra persona y el apellido, se lo puso mi papá en honor al amigo Joselo. Era una perrita quiltra pero con influencias Fox Terrier, que fue el detonante para decidir tenerla, ya que mis padres, años atrás en Chile habían tenido uno de esa raza. Pero Pepita Pardo, era más mala, nos traía a mis hermanas y a mí, saltando de sillón en sillón huyendo de sus mordaces colmillos que gozaban encajándose en nuestros tobillos. No había posibilidad de entrar en una relación menos violenta, mi papá decía que era una mechica original y olía nuestro chilenismo, que obviamente no le agradaba y por eso nos atacaba, por lo tanto, tuvimos que devolverla.

Al tiempo, estando en Ciudad de México arreglando los trámites para  conseguir el permiso para trabajar de mis papás, nos tocó pasar la navidad por allá. Estábamos alojando en la casa de unos amigos chilenos de mis padres, que nos habían dejado su departamento. Ahí fue que mis papás decidieron comprar una perrita de categoría, en una veterinaria con las mismas características. La cachorrita era de raza maltés, muy cara y refinada y estaba recién nacida, a la que bautizamos Quetzal. Era la versión canina de la Serpiente emplumada y por lo mismo, hermosa. Al momento de adquirirla era literalmente una bolita de algodón, tanto por su pequeño tamaño, como por la suavidad de su pelaje, era de color beige, súper cariñosa y lo que más le gustaba era estar en brazos de nosotras, que nos la peleábamos todo el día. De vuelta a casa, a fines de diciembre, invierno en México, como nos habían advertido que esta raza era muy delicada y de cuidados severos, la pusimos en el closet de mi hermana mayor, Pascuala, ahí tenía el calor suficiente para la noche y obviamente las comidas requeridas por ella y recomendadas por el veterinario donde la compramos, pero a los pocos meses enfermó de moquillo ¿o siempre lo tuvo?, no lo supimos, por más que la cuidamos, seguimos las indicaciones, murió rápidamente. De hecho fue la primera mascota, en iniciar la costumbre familiar, de ser enterrados en el patio de la casa, solo que a ella le tocó en el antejardín de nuestra primera, hermosa y fastuosa casa en la calle Bruselas numero 150, de Guadalajara.

Después de esa pérdida, quedamos todos tan choqueados que tuvieron que transcurrir varios años antes de volver si quiera a pensar en la idea de tener mascotas. Años en los cuales, mi hermana menor, Manuela, decidió ejercer acción por derecho a la tenencia de mascotas, convirtiéndose en una de ellas. Todas las tardes cuando llegaba de la escuela, tras dejar la mochila sobre algún mueble, se echaba de cuatro patas al piso y comenzaba a exigir que le dieran su comida ladrando o simulaba que hacía pipi en el patio de la casa, además de ladrar y ladrar con un sonido tan agudo que daban ganas de estrangularla, aprendido por nuestra primera mascota, Pepita Pardo, adquirió la costumbre de lanzarse a los tobillos para morder, cuando sentía que no la estábamos viendo o haciendo caso.

Ante tal presión, entre encantadora e insoportable, mis papás decidieron dar su brazo a torcer y echar a rodar nuevamente a la suerte, con la esperanza que no nos fuera tan esquiva. Solo que esta vez la suerte me sonreía a mí. Ya que a Manuela le gustaban los perros y a mí los gatos y como estábamos recién cambiados a nuestra segunda y última casa en Guadalajara, los amigos que nos la habían pasado, además, nos dieron de regalo el hijo de la gata de ellos. El gatito en cuestión se pasó a llamar Gregorio Orrego, el nombre lo sacamos por el de la calle y el apellido, porque era mi hijo y yo todavía no tenía marido.
Era de color amarillo con rayas naranjas, peludo, de tamaño normal, ojos amarillo intenso y la pupila negra que se abría o cerraba dependiendo lo que aconteciera en el ambiente. Era divino. Lo alimentábamos, según indicación de sus abuelos humanos, con hígados crudos y leche en la primera infancia y después solamente hígados. Era un fuerte y placentero verlo comiéndolos, porque si bien el aspecto del alimento era un tanto asqueroso y más cuando al terminar la comida quedaba con la comisuras de la boca ensangrentada y con uno que otro resto colgante de hígado, pero las rondas por nuestras piernas, los maullidos que daba en agradecimiento, superaban con creces esa imagen. Pese a lo que decía todo el mundo sobre el dormir con gatos, porque te roban el alma y el espíritu santo y que mis papás dejaban a Gregorio todas las noches acostado sobre su caja, éste salía de ahí y se iba al dormitorio de Manuela y mío, para acurrucarse sobre mi cuello, mi cabeza o a veces, en invierno, bajo las sábanas de la cama.

Pero como literalmente tenemos mala suerte en materia de mascotas, al tiempo descubrimos que Gregorio no caminaba con sus cuatro patitas, sino que las de atrás más bien las arrastraba. Lo llevamos al doctor y nos enteramos que al nacer había sufrido poliomielitis y como no lo atendimos a tiempo, porque no teníamos idea, se quedó para siempre arrastrando las traseras, lo cual lo hacía un gato diferente, especial, además de ultra casero y como siempre fuimos un tanto aprensivos como familia, Gregorio nos quitaba un peso de encima.
Y antes que mi Gregorio muriera y con todo lo que estábamos sufriendo como familia con su enfermedad, mi papá decidió que la mejor manera de paliar ese momento, era trayendo a casa algo que nos alegrara y esa fue Quetzal II. Una perrita Coquer Spaniel Americana, peludita, color miel, pequeña, deliciosa, juguetona, preciosa. Obvio que a mi gatito no le pareció tan buena la idea, aunque la Quetzi siempre fue muy consciente de que él era el mayor, que merecía respeto y que como algo raro pasaba con él, no había que molestarlo. En la primera etapa quería jugar con él, pero tras un par de buenos arañazos con las patas buenas, a la Quetzi le quedó claro que mejor que no.

De hecho Gregorio pasaba el día y la noche, acostado sobre una caja en la pieza de la ropa, donde nada lo molestara, yo pasaba las tardes a su lado y después iba a jugar con la perrita.
Lo malo es que las probabilidades que un gato en ese estado sobreviva, son pocas. Así fue como llegó el 20 de marzo de 1980, que tuvieron que inyectarlo para que se durmiera para siempre, porque estaba sufriendo mucho.
Y nos quedamos con la Quetzi II.
Que se convirtió literalmente en nuestra máxima alegría y amor, nuestra mascotita preciosa que nos acompañaba a los viajes por todo México y que cada que se encontraba con unas canillas o nalgas pálidas de norteamericanas, les enterraba los colmillos y después éstas iban a quejarse con mi papá, pero nunca pasó nada y él siempre decía que “la Quetzal era una verdadera antiimperialista”. Así fue como también volvimos a Chile en 1987 junto a ella, en busca de los amigos, la familia, la cordillera, el rio Mapocho y la empanada y como no encontramos nada sobresaliente en ninguno de esos ítems, tuvo que adaptarse al igual que nosotros, a un regreso un tanto fuertón. Hasta que en 1990 tras fallecer mi abuela materna, con lo heredado mis papás compraron al fin, nuestro propio espacio en septiembre y el 3 de enero de 1991, pese a que las instrucciones eran claras “no dejar abiertas las puertas que dan a la calle”, mi papá olvidó ese detalle, Quetzi salió detrás de él, siguió camino a la calle, pasó un auto, se sintió un golpe, la perrita medio voló por los aires, mi papá volteó, la vio tirada en la vereda del frente, fue a recogerla, la trajo a casa, pero estaba agonizando, llamó al veterinario, pero ya no hubo nada que hacer….

En terapia restaurativa, mi papá decidió que lo mejor era tener otro perro idéntico de raza, solo que hombre, así entró a casa El Demonio, que era tal cual su nombre lo dice y que por suerte no duró demasiado junto a nosotros y fue devuelto al infierno donde lo criaron.
De ahí en más crecimos las tres hijas y comenzamos a elegir a nuestras mascotas que han sido puros gatitos: Cuchitril, Escoba, Gremnlin, Facundo, todos muertos y actualmente Topito Tapas y Suki, originarios de Concepción.

Colomba Orrego Sánchez.
Marzo de 2014.

5 de marzo de 2014

Mis Pepe grilladas.

Aunque suene a tratado de la esquizofrenia,
esta mañana mi voz interior, 
aquella que algunos conocen como "Pepe Grillo", en el mío "Casa Azul", se dedicó a zarandear mis pensamientos intentando sacar luces de la oscuridad.

A la voz interior le sacaba de quicio que estuviera sentadota en la sala de esta comoda casa, leyendo el diario, mirando el patio, a los pájaritos comer el alpiste, el sol entrando por la ventana, viendo pasar la vida en entera calma y tranquilidad, en vez de estar caminando, vagando, recorriendo, empapandome de México, de este país amado que no veré quien sabe en cuanto tiempo....... pero otra voz (esto si que parece discurso esquizoide), la propia, la que no me habla al oido y que escucho de vez en cuando, respondió decidida: "También podemos estar comiéndonos a México por los poros, sin necesidad de tanto vagar, esta permitido estar cansados de tanto deambular, quizás ha llegado el momento de decantar". Y es que me pregunto sin que sean las voces las que lo dicten ¿acaso es un pecado querer no salir todo el tiempo? ¿no querer ver más gente? ¿no más encuentros?, ¿no más rememoración del pasado, de las emociones?

Pero a la voz "Casa Azul", mis respuestas le resbalaban y entonces ahora quería respuestas, reflexiones sobre este viaje, entiendo la preocupación porque esta voz es la que me acompaña desde los años mosos en que viviamos en Guadalajara, la que viajaba dentro de mi cabeza, en el Wolksvagen de mis papás cuando ibamos a la playa, al DF, a donde fuera y que para evitar la remota posibilidad de aburrimiento, nos entreteniamos en mirar el cielo, contar las estrellas, conversar con los "amigos, primos, imaginarios" y reflexionar, pensar, sobre la vida y mi ombligo..... entonces ante las sonadas interrogantes a este viaje, queriendo, exigiendo seguramente una respuesta positiva dije:

- Efectivamente mi viaje a México ha sido excepcional, tuve el necesario y justo remesón de alma, espiritu, nostalgias, pero salí adelante, no sé si a causa que soy una persona dura de roer, mula o porque en realidad tengo caracteristicas resilentes para dar y regalar.

- Salí adelante, no sé con qué valor, si en cambio puedo recordar claramente la pena, la desolación, la sensación de vacio y sin embargo algo en mi surgió, se creó, armó, más fuerte que el dolor y que me entregó las energias para encontrarle otro sentido a mi viaje.
 
- Todavía no sé todas las respuestas, de hecho lo que me hizo despertar, reaccionar, atinar y no permitir que el dolor, el rechazo, los constantes plantones, no me hicieran daño, es algo que no logro descubrir qué fue, pero pasó y eso es lo que cuenta.

- Habrá algo de superficialidad en mi ser, que pese a sufrir como magdalena, supe como quitarle la intensidad a las cosas que no la merecían y continuar, no lo sé.

- El punto es que lo que podria haber sido un viaje espantoso, de pronto y recordando que al final de cuentas lo que mejor resultó fue lo que no tenía en lo absoluto planeado: alojarme con Ricardo Delgadillo, reencontrarme con Carlos y Mario y volver a ver a Conchita. Aquellos mágicos milagros que cambiaron el rumbo a mi vida, entonces es que gracias a la casualidad o al destino o a quien se apiado de la mala racha que estaba teniendo, el viaje a Guanatos tornose en otro matiz, en uno mucho más intenso, más verdadero, porque era mi historia, me estaba enfrentando a mi historia, a la que hice junto a las personas de mi edad, de mi generacion, ya no era el viaje para ver a los amigos de mis papás, sino que era el viaje para reencontrarme, encontrar, buscar, abrir, cerrar, la historia, mi historia....

3 de marzo de 2014

Estado de zozobra.

Esas horas muriendose perturban,
el tiempo que no vuelve,
su deshuso.

La vida que recién comienza,
pese a la sensación que el tiempo llega a su fin,
entrando al estado de zozobra.

En el que quedé después de la muerte de mi mamá,
entre la pena profunda y la culpa eterna,
porque siento que no le dije suficiente que la quería,
como si hubiese olvidado lo que los amaba, que no quería estar sin ellos en este mundo, que la que tenía que marcharse, primero, era yo y asi  no vivir esta ausencia.

Cúmulo de hechos de mi vida que estallan con la muerte de mi madre,
que me hacen dudar sobre si realmente tiene sentido continuar,
me he sentido muy sola,
de aquella que grita vacio,
comprendo finalmente que siempre será así,
que no logro encontrar un equilibrio en lo que tengo y lo que falta,
porque lo faltante suma vacio y la sensacion que nucna, nada lo calmará....

Por insatisfacción,
porque es mucha la carencia,
porque no logro distinguir el tope con la falta de más,
y entonces,
pura zozobra queda,
inunda, se apodera de los sentimientos,
de mis pensamientos, asfixiando, martirizando....

Pero es una certeza
y en el ocaso de mi optimismo,
se agradece tenerla,
saber los por qué aunque no la solución,
que quizás este escondida, esperandome, a traves de mi muerte,
quizás la muerte,
como el estado de descanso eterno,
es el camino para lograr, el fin de la zozobra....

2 de marzo de 2014

Soñar con mi mamá...

MAMITA.
Sueño que estamos la Manu, mi mamá, un señor y yo caminando por la calle, el señor pretende a la Pasqui, que es soltera y no es ella físicamente. El señor es muy rico y famoso y quiere irse con la Pasqui a no sé dónde. Estamos en algún lugar de la calle y comenzamos a caminar en busca de un taxi. Mi mamá está sana y camina sin oxigeno a cuestas, pero anda con su pijama celeste y la  bata morada. De pronto desaparece porque sale rauda a buscar un taxi y de pronto vuelve aparecer dentro de un auto pequeño y negro en el que ella va sentada en el lado del copiloto, con el señor caminamos hacia ella pero él sigue camino hasta subirse a otro auto que lo espera junto a la Pasqui.

Con mi mamá y la Manu, hablamos que era obvio que el señor adinerado no tomara taxi, que debimos preveerlo con tiempo y así mi mamá no gastaba energías en ir por ese taxi.
Después estamos mi mamá, Manu y yo, retirando unos remedios para mi, voy por mi mamá que esta cansada, la levanto de la silla, le paso el brazo por el hombro, abrazándola y refiriendome todo el tiempo a ella como "mamita".
Antes me dice que se metio los remedios en el pantalon del pijama y que le cuesta sacarselos, yo le digo que no se preocupe que en la casa vemos ese tema y que no importa, porque de hecho ni siuqiera pensaba tomarlos. Entonces la levanto de la silla, paso mi brazo sobre su hombro y caminamos. Ella sigue vestida con su pijama celeste y su bata morada y sin oxigeno.

Vamos caminando por el pasillo hacia la salida, ella está cansada y con el abrazo como que la llevo. Pasamos por entre una fila de persponas, yo por un lado, ella por el otro,  pasamos por encima de las personas como si fueramos fantasmas, no los tocamos, ni nos sienten, quizás tampoco nos ven.

Después caigo en cuentas que es mi mamá, la que estaba muerta y como esta cansada, aunque sin oxigeno, le conseguimos una silla de ruedas para salir. Esta sentada en la silla y yo la abrazo y no paro de decirle "mamita, mamita", la abrazo, la toco, le toco la cara, le doy besos, la abrazo hasta que desaparece su imagen....