31 de diciembre de 2014

Para el año que se avecina.....

Los invito a construir un 2015: A través del nosotros versus el individualismo, un nuevo año, en donde alberguemos a los árboles, pájaros, perritos, gatitos, a la naturaleza misma, despertar la conciencia de justicia nada más y nada menos, ejercitar y mantener la memoria por nuestros pasados, presentes y futuros, día a día. Y así. mirar por la ventana en busca de un mundo menos peor, con más esperanzas, solidaridad, amor, amigos, sentimientos sinceros, reales, palpables....

27 de diciembre de 2014

Los Sánchez Reyes y sus peculiaridades.

Ayer fuimos con mi sisterna Manucita, a visitar a mi tía Alicia, 
una costumbre que hemos adquirido desde que mi mamá murió,
nos hemos acercado más a ella, 
supongo, buscando rastros de mi madre, 
otro tanto intentando rescatar la historia de los Sánchez Reyes. 
Aunque sabemos que para esos menesteres, mi tía, no sea la persona indicada, 
ya que la diferencia y distancia, 
que mi madre tanto recalcó existía entre Alicia y el resto de la familia, era infinita.
Mi tía Alicia, creó una barrera de concreto en materia de historias de su familia, 
pero así es ella. 

Ahora que la visitamos, lo entendemos bien, 
tuvo la desgracia (para su suerte) de provenir de una familia absolutamente excéntrica, 
aunque también normada por reglas y buenas costumbres, 
pero su extravagancia los hacía particulares, raros, distintos. 
Y esas diferencias para mi tía, siempre serán cosas a guardar bajo llave, 
lo curioso es que finalmente la esencia nos persigue
y mi tía no sabe porque no lo ha descubierto,
una que la observa si lo ve,
que es tan rara, distinta y diferente como lo fueron sus hermanos y padres.
Pero asi es ella y así reaccionaba cuando con mi mamá la ibamos a visitar y mi mamá evocaba momentos sobre sus infancias y adolescencias y Alicia ponía una cara atónita, abría la boca y negaba todo lo que mi mamá contaba. 

No negaré que siempre pensé que en las historias de mi madre, 
había un poco de máxima imaginación, 
como la tengo también yo, 
esa costumbre de aderezar las historias con un poquito más de todo.
Pero conversando y compartiendo esas historias con el tío Pino, alguna vez con Patricio y las primas Sánchez Mena y Sánchez Orrego, 
comprendí que quizás la exageración formaba parte de la familia, 
pero las historias eran tal cual como mi mamá las había narrado
y obviamente esas alocadas historias, molestaban a mi tía.

Y sin embargo, cuando vamos a visitarla y nos entregamos a su mundo, 
lo que ella considera como tal y sus historias, 
siempre termino viendo a mi mamá,
a su mamá,
a mis tíos, en cada uno de sus gestos, de sus formas y modos,
quizás algún día nos cuente realmente qué piensa cuando dice que tan solo sigue los movimientos de la música clásica.
Mientras tanto, al menos a mi, me gusta escucharla,
siempre es un agrado escuchar su vida, a pinceladas muy leves, 
pero lo que logra contarnos es muy interesante.

Más que mal mi tía Alicia, 
es la esencia de aquellos chilenos de los que van quedando poquitos,
católicos a la vena, 
de derecha no por convicción, sino por mandato del marido. 
Pero a mi lo que siempre me ha gustado y enternecido de la Alicia, 
más allá de su familia, de su marido, 
es la persona que es. 

Una mujer absoluta y totalmente distinta a mi mamá 
y en su distinto atractivo,
en su contrario, interesante, 
me agrada conocer alguien tan opuesta a su hermana, 
mi mamá, a nosotros, 
sus costumbres versus las nuestra, 
su vida versus la nuestra. 
Y finalmente, 
por religión o porque es una buena persona,
su capacidad de aceptarnos en nuestras rarezas, 
querernos, preocuparse de nosotros, 
recibirnos con unas deliciosas y variadas onces. 

Realmente quiero a mi tía Alicia, 
porque en su diferencia he aprendido a conocerla, 
respetarla, quererla 
y realmente admiro su capacidad de permitirnos ser sin intentar (fallidamente) cambiarnos, 
ni mirarnos en menos, 
ni hacernos sentir que somos las looser de la familia,
finalmente nos acepta. 

Encuentro que eso es admirable. 
Porque ella viene de una familia, la que construyó con su marido,
donde detestan a esta cosa insulsa que es nuestra democracia, 
extrañan los tiempos de Pinochet, 
donde el peligro del comunismo no existía, 
donde la fe católica lo era todo 
y que por supuesto mi tía en su inmensa ignorancia, 
porque para eso estaba su marido, 
desconocía, desconoce hasta el día de hoy (o hace oídos y ojos sordos y ciegos), 
a las atrocidades que se cometieron en dictadura en Chile, 
lo que hizo su marido... 
Y sin embargo,
en los tiempos de la Unidad Popular,
ellos que vivían aterrados con los comunistas en el poder, 
mi tía Alicia, con una hermana abiertamente comunista,
que estaba casada con otro comunista 
y vivían felices el gobierno de Allende,
no impedía que le llevara a su hermana, 
(a escondidas de mi papá, por supuesto),
los productos que con dinero, 
se podían obtener en el mercado negro
y que mi madre, aceptaba poniéndonos como excusa a sus tres hijas
y mi papá, que pese a la carencia que existía, nunca se cuestionó por qué nosotros sí podíamos comer todo aquello que estaba vedado. 

Realmente quiero a mi tía Alicia,
realmente me gusta ir a verla,
quedar a merced de su existencia,
tomar una rica once junto a ella,
ver como por ese instante, 
se da el permiso de comer en exceso,
pastelitos deliciosos comprados por ella,
selladitos de jamón y queso,
tapados de palta,
ella su café descafeinado con leche tibia,
Manu y yo. té con leche tibia y agua.

Disfrutar su cara de niñita,
sus ojitos pequeños, pequeñitos,
que abren y cierran con emoción al ver sobre la mesa tanta ricura,
conversar de sus hijos y nietos,
de nuestra familia.
Y después en su dormitorio a escuchar música clásica,
solucionarle algún problema,
Manu los tecnológicos, 
yo los domésticos.

Y dejar que el tiempo transcurra en su letanía,
acallar nuestros egos
que sea ella en su espacio, su mundo,
la que nos cuente si quiere,
nos comparta si desea.

Es como volver a los tiempos junto a los abuelos,
detener la vorágine de la juventud,
entregarse a la pausa de su tiempo de abuelos,
compartir sus historias,
escucharlas,
admirarlos,
sus pelitos blancos,
habitaciones con olor a talco,
esos momentos que de saber descubrirlos y disfrutarlos,
quedan inmortalizados en el corazón
y alimentan el espíritu, cada que los traes a colación.

Sinceramente creo que las cosas ocurren, cuando tienen que suceder,
teníamos que estar carentes de mi mamá,
para darnos el tiempo de conocer el mundo de Alicia
a su  manera, 
en su tiempo,
-al menos para mi-,
intentar recuperar en rasgos, rostro, comportamiento,
un poquito de mi mamita linda.
de sus antepasados,
mirando sus fotos,
las historias detrás de ellas
y seguir admirando y queriendo a estos Sánchez Reyes, 
que se han ido, sin contarnos todas sus historias,
sin dejarnos del todo,
saber quiénes eran.

19 de diciembre de 2014

Dubitaciones.

Las carencias, 
provocan un estado de mucho malestar en el corazón,
la necesidad constante por lanzar ráfagas de sapos y culebras,
esperando que la suerte de los otros,
desfallezca, falle, aminore
cual calmante de mi alma.

No quiero eso en mi corazón,
menos para los sentimientos - pensamientos,
la vida de nadie crece o empequeñece 
con lo bueno o malo que ocurra con otros,
aunque esos otros hayan dañado tu vida,
odio, rencor, amarga el alma,
impide ver la luz,
apaga las posibilidades de todo.

No más odio,
ni rencor cegador,
aunque las perdidas estén latentes,
requiero de la vida luminosa,
donde existir,
con alegría y deseo de bien para los otros,
aunque no sean tan buenos,
aunque no hayan sido buenos conmigo.

Volver a tiempos,
donde los que quería
pero no a ciegas,
en que confiaba
pero con medida,
buscando felicidad
con alegría,
interior, exterior
no a costa de otros.

Quizás exista la posibilidad 
que lo material,  
se multiplique a mi lado más que las personas
y por lo mismo,
como siempre, como hasta ahora,
aprender que esas herramientas están ahí,
a mis manos,
para gozar, viajar, conocer, descubrir,
alcanzar la felicidad,
saborearla,
volver a saborearla.

Alguien dijo por ahí
que el Supremo,
aquel que para cada quien lo sea,
acomoda las piezas - personas - situaciones,
de las vidas,
lo justo e injusto, carentes y colmados,
de manera que todos tengamosseamos, gocemos,

Que mi esencia sea la alegría, 
lo material un trampolín,
para recorrer horizontes nuevos,
refrescarme en colores, sabores, aromas, culturas, historias....

12 de diciembre de 2014

Andrés Orrego Matte: In Memoriam.

Andrés Orrego Matte, profesor de la Universidad de Guadalajara de 1975 a 1987, 
falleció la tarde del día 3 de abril de 2008, en su casa de Santiago de Chile.

Fue un destacado profesor de Historia de América Latina en la que fuera, antes de la Reforma Universitaria, la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guadalajara.


Como profesor, le caracterizaron el profundo conocimiento que tenía de las materias que

impartía, la búsqueda permanente de nuevos materiales para la enseñanza, la actuación
entusiasta y apasionada en el aula, los fuertes vínculos que desarrolló con la mayoría de quienes fueron sus alumnos y, no menos importante, una gran solidaridad ideológica con las luchas de liberación latinoamericanas.
Aunque Andrés no era un exiliado del régimen militar chileno, él decidió dejar su cargo de
profesor en la Universidad de Chile pues ésta había sido intervenida por el gobierno militar. 

El trabajo de los profesores era estrictamente vigilado por militares designados en los cargos directivos más relevantes de las universidades chilenas. Andrés decidió que sin libertad de cátedra y de movimiento, no era posible trabajar, y emprendió la búsqueda de nuevas condiciones; en la Universidad de Guadalajara las encontró.


Su nombre completo era Andrés Juan Pablo Orrego Matte y se tituló Aprobado con

distinción como Profesor de Estado en Historia, Geografía y Educación Cívica, en la
Universidad de Chile en diciembre de 1959.
En 1967 terminó sus estudios de Maestría en Estudios Latinoamericanos en la
Universidad de Indiana, Bloomington, en los Estados Unidos de América. Inmediatamente
después se regresó a Chile y empezó a dar clases en el Departamento de Historia de la
Universidad de Chile. Apasionado del estudio de la Historia, allí trabajó como profesor de
Historia Moderna, de Teoría de la Historia y como encargado del Seminario de Historia de la Ideología en América Latina.

Después del golpe de estado que derrocó al gobierno socialista de Salvador Allende en

1973, Andrés viajó a México. En mayo de 1975 fue contratado por la Universidad de
Guadalajara y asignado como profesor en la Facultad de Filosofía y Letras, la Escuela de
Graduados, la Facultad de Economía y el Departamento de Enseñanza Preparatoria.
En la Universidad de Guadalajara conoció al Dr. Manuel Rodríguez Lapuente, que por
esas fechas estaba fundando el Instituto de Estudios Sociales. Hubo entre ambos una inmediata coincidencia de intereses intelectuales y puntos de vista: ambos compartían una visión de la historia de América Latina y una simpatía por las luchas de liberación de los países latinoamericanos respecto del yugo imperial de los Estados Unidos.

El Dr. Manuel Rodríguez Lapuente invitó al maestro Orrego a incorporarse al Instituto

de Estudios Sociales y con ello dio inicio una de las mejores etapas de la investigación histórica en el Instituto. Mientras el Dr. Lapuente integró un equipo de jóvenes estudiantes para realizar estudios de historia económica de América Latina, Andrés Orrego formó otro grupo para hacer investigaciones sobre historia de la educación en Jalisco. En estos equipos se destacaron José Trinidad Padilla López, Marco Antonio Cortés Guardado, José Luis Ávila, Humberto Meza Arévalo, Ma. Teresa Aguirre Covarrubias, Francisco Pamplona Rangel, Ma. Guadalupe Gutiérrez Larios, Rafael Torres Sánchez, Ma. del Rosario Lugo, Armando Martínez Moya, Antonio Ibarra Romero, José Luis Pardo Ruiz, Juan Carlos Toscano, Francisco Arvizu Hugues, Hermelinda Orejel Salas, Ma. Amalia Flores Moreno, José Beiza Patiño y algunos otros que escapan a mi memoria.

Andrés Orrego contribuyó a la formación de varias generaciones de historiadores, era

detallista y acucioso en sus clases. A grandes zancadas y con una sonrisa en los labios entraba al salón. Su pelo largo y entrecano, peinado hacia atrás, le daba un aire de viejo sabio y socarrón.
Cuidadosamente ponía sobre el escritorio montones de carpetas que cargaba en un viejo
portafolios de piel grabado con motivos indígenas mexicanos. Durante la clase, caminaba de un lado a otro, hablaba en voz alta, gesticulaba, se dirigía a un alumno en particular tratando de enfatizar el tema que estaba enseñando. Regresaba al escritorio, abría una carpeta llena de fotocopias y hojas manuscritas de su puño y letra, regresaba junto a los alumnos y leía en voz alta. Pausado y con gran delectación leía la cita que sustentaba las ideas que él estaba desarrollando en clase.

Andrés Orrego no pasó desapercibido para ninguno de sus alumnos. Alegre, sonriente,

dinámico, amante de lanzar piropos a alumnas y profesoras sin distinción. Era una verdadera fiesta del conocimiento escucharlo, aun cuando sus opiniones, a veces tajantes, no daban espacio para otros puntos de vista. Andrés Orrego que era la encarnación misma del gusto por el conocimiento de la historia, ha muerto. 

¡Que no muera en nosotros el afán de aprender que siempre lo caracterizó!

Salvador Acosta Romero
Guadalajara, Jal., 4 de abril del 2008