26 de junio de 2018

Porque dos unidos.

Después de la noche de lluvia, 
cuando nos topamos,
no lo volví a ver.

Aquel encuentro, 
donde nos cruzamos y miramos -en silencio-, por largos segundos, 
y que atesoré en la memoria de los para siempre

Guardado quedaste en aquel rincón, 
de los importantes,
que con tiempo y viento,
quedaras en la retina emocional.


Y volví a topármelo,
él venía caminando con su perro blanco, 
yo con mi sisterna Manucita,
lo mire pero él a mi no
y cuando dejó de aparecer en el encuadre de mi vista,
aceleré el paso,
hasta que mi sisterna dijo: "te miro, discretamente, pero volteó a verte".....


Intensidad,
podría decir tantas pulsaciones del corazón,
como que me gusta,
me gusta mucho
y eso que no sé nada,
como su nombre,
sí donde vive, 
pero no en qué ventana,
sí que tiene un perro blanco,
que gusta pasear con su perro en las mañanas temprano y a la tarde noche.


Es tan guapo,
de todo, todo, mi gusto: alto, delgado, piel blanca, pelo casi al ras, de color negro, barba ídem. Tiene buen porte, que sabe lucir cuando viste elegante, buena estampa, siempre, siempre se ve guapísimo.


A veces siento que sé demasiado y me asusta
y al mismo tiempo sé que nada sé
y me tranquiliza,
me gustaría saber su nombre, si empieza con A o con P.....
y sin embargo, 
disfruto nuestros encuentros,  
más ahora que sé,
que sí me mira,
que aquella primera noche era a mi, no a la lluvia, 
a nadie más que a mí, a quien miraste !!!!     

15 de junio de 2018

Reencuentros.


Hace unas tardes atrás, salí a pasear como es mi santa costumbre y si bien no me alejé demasiado de mis territorios, avancé hasta Tobalaba con Colón, llevada hasta ahí, cual abejilla, por el aroma de algunas flores. Y en esas oloraciones estaba, cuando diviso una cuadra delante mío, a quien fuera el dueño de mi corazón, en los tiempo en que estudié en el Peda o UMCE.

Lo nuestro fue al más puro estilo romántico. Él era más grande, estudiaba para ser profe de una sola asignatura y yo seudo para ser profe de básica. Nos conocimos en el casino, un día que los pacos entraron al campus y en mi enorme valentía, salí corriendo en dirección del casino, donde los verdes de mierda se tomaron la molestia de encerrarnos. Cuando todo terminó, él, que venía con los dirigentes, fue a abrir las puertas que estaban encadenada por fuera y como soy azotada, en la más “Martin Guerre” el verlo destruir los candados dándonos la libertad, caí (metafóricamente hablando) a sus pies sin chistar, totalmente enamorada. Previo sonreirle, bien sonreído.

Lo que provocó que me echara el ojo y de ahí en más, excusa para volver a vernos, comenzó con su campaña de reclutamiento a las filas de la jota (la versión juvenil del Partido Comunista). Cada que me veía paseando por el campus del Peda, me saludaba y comenzaba con el bla, bla, de la importancia que una joven como yo entre al partido, la jota, el ejemplo a seguir, que mi padre, mi madre, la familia, tradiciones, los viejos comunistas. Y es que pucha caí que le gustaba hablar, pero como estaba enamorada, no me daba tanta cuenta, que a veces siempre, no me preguntaba nada de mi vida y además, que respiraba poco entre frase y frase. Lo bueno es que siempre fui regega en el arte de la captura militante, más que nada porque soy una condenada floja. Entonces en el tira y afloja intentando alcanzar la meta, terminamos besuqueándonos mucho, mucho, mucho.

Mauricio era su nombre, metro 70, es decir, un cachito más bajo que yo, piel blanca, ojos oscuros, pelo castaño claro, crespo, motudo, un pelín pasado de kilos o más bien barrigón, con lentes, bolso de telas coloridas que llevaba siempre cruzado sobre el hombro izquierdo y una pulsera de cuero café, que le compré y hasta que lo dejé de ver, no se la quitó jamás.

Era mi príncipe azul, jotoso y hipie, el ideal en materia de hombres, que andaba buscando (jajaja) sé que si se lo hubiera presentado a mi papá, le habría gustado, después le haría bulling para medir sus fortalezas y la verdad no sé si pasaría la prueba. 
Estuvimos juntos todo el tiempo que duré en la UMCE, que fue la enorme suma de doce meses y ni un día más. 

La cosa es que lo vi caminando hacia mí por avenida Tobalaba y lo reconocí pese a los chorro cientos años que no nos veíamos, dígase, desde que me fui de la UMCE, tiempo que siguió corriendo y sumando, ya que él no me buscó más. Será también por eso que me puse nerviosa al reconocerlo, aunque de nuestros ayeres no le quedaba casi nada, se había transformado en un flacucho anoréxico, sin crespos, ni anteojos y que en vez de lucir tenida hippie, ahora era onda deportivo, guácala. Mi primera reacción fue cruzar (o correr), pero era Avenida Tobalaba y la verdad, como Murphy siempre ataca, la luz verde me habría dejado bajo las llantas de un auto. Entonces respiré hondo mientras pensaba que con todo el tiempo transcurrido, él cambiado que solo un detective como yo podría reconocerlo, jamás me distinguiría porque digámoslo, el tiempo también había transcurrido por mi apariencia, sumado a que como él solo hablaba y hablaba, ya saben, aquello que dicen que el que  mucho bla, bla, no tiene tiempo de más que para mirar su ombligo.

Con esa idea tranquilizadora, continúe mis pasos, mirando hacia en dirección del muro, cosa de ladear la mirada. Nuestros cuerpos se cruzaron y cuando pensé que había salvado, escuché las palabras insospechadas: “Colomba, ¿eres tú?”. 

Mocos, el parlanchín, me había reconocido. Perpleja y pálida como quien vio a un muerto, solo pude asomar una leve sonrisa, asintiendo a su consulta. Entonces comenzó aquella conversación de:
-  ¿Qué haces por aquí?
-  Vivo por estos lares.
- Ah ¿si? pensé que era más cerca de la UMCE.
- No, para nada, vivo donde mismo, en la casa de mis padres, donde las personas que la habitan salen con los pies por delante.
- Hay Colomba, que humor el tuyo, sigues igual, de hecho estás idéntica. 
A lo que pensé: “ojala que no sean tan sinceras tus palabras, porque lamentablemente, no puedo decir lo mismo de ti jajaja”.

Como la cháchara no cesaba, tuvimos que ir a sentarnos a por ahí. Al principio ofreció tomarnos algo, estábamos en Tobalaba, la otra calle de los bares, cafés, restoranes y demases, pero zafé rauda porque la verdad quería continuar con mi paseo. Entonces terminamos conversando en una banca, por el lado de Sánchez Fontecilla. Durante una hora, nuevamente no paró de hablarme. En esta ocasión la temática fue ¿Qué había sido de su vida? Y por supuesto una vez que concluyó su monologo, me dijo y tu Colomba ¿Qué cuentas? Por un momento pensé en vengarme (jajaja) y largarle un discurso sobre mi existencia, más largo y latero que el suyo y con hartos, hartos detalles, de los innecesarios y quizás inapropiados. Pero para bien o para mal, no soy así y eso habría alargado la estadía. 

Entonces, le hice un estreñido resumen de mi vida, el que por supuesto no escuchó muy atento, porque en versión moderna, tenía entre sus manos el celular que silenció en su oratoria y ahora, vibraba y emitía sonidos, avisándole que el mundo estaba intentando vivir desde su maquinita y si no miraba, no lo invitaban a participar.

Fue ahí que aceleré la velocidad de mi historia y llegar a la parte en que uno dice y colorín colorado este cuento se ha acabado. Acto seguido me paré, mientras comenzaba a despedirme y así por fin, continuar mi paseo y por supuesto, omitir la frase de "ojalá nos veamos pronto", porque más bien era "que ganas de asesinarte tengo", pero a él, al parecer, le habían quedado algunos temas en el tintero, así que hizo cruce de piernas y decidido parlotear otro rato más, lo que me obligó a sentarme porque la cháchara era eterna, hasta que en un momento.... le paré en seco sus intensiones. 
- Mauricio, con la pena tengo que irme, debo ir a comprar cosas para la cena y mira nomás la hora que es. 
Intentó persuadirme de continuar el bla,bla, pero como ya estaba parada y con serias intensiones de continuar la marcha dijo:
- Bueno, pero al menos dame tu cel, tu email, para que no volvamos a perdernos de vista, como cuando te fuiste de la UMCE sin decir nada.
¿Qué, qué, what? Que yo me fui de la UMCE sin decir nada, onda que me fui ratonamente. 

Bueno, pa qué les cuento el zafarrancho que se armó. Entramos en las artes del "me dijo, le dije, que le dijera, que alguien me dijo, que tu amiga dijo que tu y que yo". Le aclaré que lo más bien que sabía de mi decisión de salirme de básica, también sabía tenía mi número de teléfono y también mi dirección. Los dimes y diretes que no nos dijimos años a, decidimos lanzarlos por avenida Tobalaba. Hasta que mutuamente nos hartamos, un poco como que nos reímos ante la situación, por un instante volví a ver a mi barrigoncito jotoso, que tanto me gustaba y supongo que él vio a la misma de hoy, pero en versión ayer. Nos besuqueamos un poquito, pero nuevamente fuimos interrumpidos por la modernidad, en versión sus palabras que dijeron:
- Y si vamos a un motel.

Aquí cada cual su cuento y sus ondas, en lo personal, me dieron ganas de darle un combo bien acomodado en la cara, porque no sé tú pero yo, soy de velocidad un poquito más lenta, que aquello de te hago un cariñito y ya te tengo en la camita poh.

Entonces volví a excusar lo de las compras, agregando que tenía invitados a cenar (el gato y sus amigos). A lo que me repitió:
- Ok, pero dame tu cel o tu email, y así planeamos otra junta, porque igual me gustaría recibir una carta tuya. Como esas que me escribías bien largas, con harto detalle y donde me repetías infinidad de veces, lo mucho que me amabas. 
Ahhh que me hervía la sangre, sumado a las ganas de mandarle un puñetazo.

Pero pensé que para poder irme, lo mejor era darle mi email, entonces se lo anote en el celular y el preguntó:
- Oye pero ¿Por qué le pusiste ese nombre tan raro? ¿Por qué no implemente Colomba Orrego? Oye tu siempre con tus cosas raras ¿eh? ¿Será por eso que estas idéntica? Porque no has cambiado nada, sigues siendo la misma rara de antes. Creo que es tu pose para demostrarnos que eres distinta y mejor que todos. Deberías replantearte estas cosas, porque llega un momento en que ser rara joven pasa, pero rara y adulta, es como freak ¿no te parece? 
- No, fíjate, no me parece. 
Intente contenerme, pero mi mano empuñada, ya se había encajado en su cara. 
Mientras me alejaba para cruzar la calle, le grité bien fuerte, por si aquello que no escuchaba:
- Creo que lo más inteligente que esta rara freak ha hecho en su vida, fue irse de la UMCE y no decirte nada.

FIN!