24 de mayo de 2016

Excusas para volver.

Días después de regresar de visitar la casa paterna de mis queridas hermanitas Claudia y Marcela, recordé que no había llevado cámara fotográfica.
Pensé en aquello que el inconsciente busca pretextos para ingeniárselas en
VOLVER.
Aquello que no hiciste,
como inmortalizar los momentos todos juntos,
atesorar en imágenes el reencuentro,
y si no, entonces, surge urgente la necesidad de VOLVER.
Siempre me sentí cómoda y feliz junto a los Acuña Moenne,
la idea de formar parte de ellos,
surgió espontáneamente 
lo solicité y fui aceptada sonrisa incluida,
es verdad que contaba con padre y madre,
pero nuestra vida desde que regresamos a Chile,
se habían transformado en existencias huracanadas,
terremotiadas,
tan solo miles de remotos recuerdos cálidos,
de nuestros felices días vividos en Guadalajara, Jalisco, México, como familia, como los cinco.


La salvación eran los Acuña Moenne,
quienes al igual que yo,
valoraban el principio de la unidad familiar,
ese maravilloso rito,
sentirlo, convivir con la idea de plantar un árbol, tener mascotas,
cultivar los lazos, agrandar el vínculo hacia los amigos,
hermanos, hermanas. Y es que mis Acuña Moenne, 
desde todas las formas, semejan a mi familia: 
Don Vicente, un papá comunista, guapo, inteligente, culto, entretenido para escucharlo, mandón, encantador, simpático, igualito a mi papá Andrés Orrego.
La mamita Maggi, dulce, buena cocinera, encantadora, amorosa, divertida, sonriente, agradecida de la vida, con lo que la vida le da, comprensiva, igualita que mi mamita Blanca Sánchez.
En materia de hermanos, sumé más de los que tenía: Vicente, Manena y la pulga Pedro.
Mis hermanitas mellizas, Claudia y Marcela, queridas compañeras de colegio,
por quienes concentré toda mi atención, desde el primer día que llegué al colegio,
lindas, simpáticas, inteligentes, aguerridas, jotosas,
un romance de simpatía y devoción.

Los recuerdos atesorados en el departamento de Almirante Barroso primero,
en Dublé Almeida después.
Las onces de mamita,
las multitudinarias juntas familiares alrededor de una mesa más que bien provista de delicias. Pocas veces volví a encontrarme con manjares más exquisitos. Personas tan particulares, historias de vida entretenidas, aventureras. Todos abiertos, cálidos, amorosos, como para no querer irse nunca más.
Sumado a la compañía siempre, siempre de mis hermanitas Claudia y Marcela,
su generosidad inmensa,
una poesía en movimiento.
De esos inolvidables huellosos,
donde una golosa, insaciable, 
quiere repetirse las delicias mil veces más.
Nada difícil comprender por qué se convirtieron en una suerte de primer amor,
el más duradero y sincero,
pese a las ausencias de la vida,
porque lo verdadero trasciende al tiempo. 


Mezcla de nostalgias,
rememorar lo que ya no está,
palpitando la necesidad eterna de familia, de papá y mamá,
porque nada sucede por casualidad,
si no que encadenamiento de sucesos,
como el caminar por el sendero recogiendo las miguitas de pan que ayudaron a volver,
volver porque se necesita y quiere,
querer y necesitar abrazarlos,
necesitar quererlos,
declarar amor intenso,
renacer la necesidad de formar parte de,
como ellos,
mis queridos Acuña Moenne
Porque sé que desde algún lugar en la galaxia,
mis papitos lindos, miran contentos este reencuentro,
necesario, urgente, maravilloso,
que requiere vivirse todos los días, de ahora en más.