27 de julio de 2020

... ¡¡¡ Siete años ¡¡¡ ...

Ayer se cumplieron siete años de la muerte de mi madre, el cielo que cubrió al mundo todxs dicen que fue "el más hermoso del invierno" y cómo no, si eras tu, era el asalto al Cuartel Moncada, eras tu, tu, mi mamita amada proyectándote en todo el esplendor del universo.



Los días avanzan, la memoria está llena de ti, miro el calendario y dicen que en tu día habrá chubascos. No como hace 7 años que llovió torrencialmente, nos  llovíamos/llorábamos por dentro, mientras el cielo lanzaba esa luz divina que atravesó la cúpula que miraba desde tu ventana para posarse sobre tus pies. Esa tarde, el cielo quería abrirse/partirse en la misma medida que el dolor que dejaba tu ausencia.  Y hoy a cinco días de, las camelias quisieron verte/conocerte bañadas  en gotitas/ agua, gotitas de  rocío.





Hoy comencé con la profunda sensación de pesar, claro, faltan cuatro días....y me contaron que anoche un cometa rozó el cielo del hemisferio  norte....entonces vuelven las coincidencias, ¿son realmente coincidencias? Como cuando la Aurora boreal inundó el cielo de julio hace siete años, sí cuando titilabas entre irte y quedarte. 

El mundo, la vida, los hechos y sucesos, formamos un círculo que a veces se rompe, pero finalmente vuelve a cerrar. Aunque en su interior no estés tú. 




Tres, tres, como cuando juegas a las escondidas rápidas y cuentas hasta tres. Tres veces sin respirar, tres veces, tres hijas, tres tristes tigres. Tres días, uno, dos, tres. Y sin embargo el amor, mezclado con la eternidad y las nostalgias duran más, mucho más que tres.



Día ante penúltimo, ambigüedad de no ser ni antes, ni el último. Dos días y la piel se estremece, la piel con sus poros se me estremece y más aún si te pienso desde este mi lugar, espacio casa, mi pieza donde un día como hoy hace siete años, dormiste sin dormir, estuviste sin ya estar y yo a tu lado custodiando tu sueño no dormir, tu presencia no estar. 

Tu, de generosidad absoluta que compartiste con tus tres gracias, tu alma, tu cuerpo y sangre. Tu, que faltan dos días y me quedo hipnotizada mirando a la Camelia que llegó en vez de ti y la bugui que tanto querías. Dos días antes y no dejo de pensar atormentadamente todo lo que te retribuí tibia y egoistamente. 

Dos días y una vida, vida cuanto me  dure ella, para juntar ganas de haberte ayudado a bañar, a peinar, de continuar cortándote el pelo todas las veces que quisieras. Dos días para decirte que tarde bien tarde, entendí que no existirá otro vínculo sincero y cálido, como el que contigo tenía.



Uno, solo, solos llegamos y así nos vamos. Un día, uno, uno solo, uno con  sensaciones que evocan nostalgias visuales...el primer día que amanecimos sin ti, la casa habitada ya nunca más con tres. 

Salir al patio, ambiente de tristeza, invierno frío, nos cobijamos bajo tu bugui, llena de hojas secas, otras aún húmedas y danzando/jugando zarandeamos ramas provocando lluvia de flores y hojas secas abriendo paso al sol tibio que atravesaba con su ejército de rayos luminosos que tocaban nuestras cabezas, llegaban al suelo, acariciaban otras plantas. Y sin dar espacio al olvido nos regresó hasta ese día en que posándose sobre tus pies, iluminó la ruta que recorrerías, ni bien dieran  las seis de la tarde.



Y llegó el día, aunque falta que el tictac marque las 6 en punto. Y entonces me adelanto, intento cubrir el tiempo, las nubes, el aire, con tu presencia/ausente, con mi recuerdo/presente, con mi amor/eterno. Quiero que todxs digan que soy idéntica a ti, que heredé tu sonrisa, tu mirada, aunque por ahora solo imite tu corte de pelo. 

Madre, mamita mía de mi, mi gran amor, mi gran amiga/compañera, pasaré lo que me reste de vida arrepintiéndome ser tan humana como tonta, que no supe comprender que mi forma de vida junto a ustedes, era la única para ser feliz. Con sus ausencias a cuestas, me quedé tan sola, comprendí cuan falsas son las palabras vacías de lxs que me rodeaban. 

No le temo a estar sola/a solas, es más me encanta, pero sí lamento haber perdido las mejores compañías que la vida me ofreció. Si pudiera mover el tiempo de lugar elegiría estar contigo, Antonio y mi paire, en Guadalajara, del 78 al infinito, siempre y cuando en esa eternidad nunca nos separáramos. Mientras tanto, estaré recordándote, desde todas las latitudes posibles, donde sienta que al menos me miras. Besos.