12 de agosto de 2014

Verdades.


Nací la segunda de tres hermanas,
siempre he sido la segundona, la del medio, el relleno del sanguich.

A lo largo de la vida y mirando hacia atrás admito feliz que,
siempre amé, idolatré y admiré a mi papá,
me la he llevé bien con mi mamá.
Mi papá idolatraba y se le caía la baba por su hija mayor,
mi mamá por la menor...

Mi papá siempre encontró que la mayor era sublime,
la menor un "monito sabio"
para la del medio, generalmente, habían adjetivos descalificativos como: la que come mucho, la que ve mucha TV, la que no comparte con la gente, que tiene mal gusto musical. Pese a ello, en un tiempo me convertí en su compañera de tardes de cine, de caminatas.

He amado, idolatrado y admirado a mi abuelo paterno.
querido y ensoñado a mi abuela paterna,
mi abuelo paterno, Titin, siempre prefirió a la mayor,
mi abuela paterna, Marta, siempre tuvo una relación cómplice con la menor, porque la chica no quería comerse la comida y la Marta se quedaba a su lado hasta la hora nona, en espera que terminara lo que había en el plato, bajo amenaza que tendrían que darle la comida por sonda.

Cuando mis abuelos Titin y Marta, nos visitaban en Guadalajara,
el transcurso del tiempo era maravilloso,
salíamos a pasear,
nos llevaban a andar en patines a la Avenida Chapultepec,
a tomar jugo de lima (amarga) al mercado San Juan de Dios.
Nos peleábamos las atenciones para con Titin,
hacerle masajes, ponerle talco en la cara, agua de colonia en el cuello,
conversar con la Marta de sus antepasados, de sus hermanos, de las gallinitas.
Mi abuelo Titin era un sol maravilloso, resplandeciente, alegre, divertido, simpático, además de guapo, elegante, sabio, culto, encantador. Nos recitaba poesía, nos hacía bailar el "tango que menena".
Mi abuela Marta, nos preparaba "chimbo farso" y otras delicias de la comida peruana. El plato más grande siempre era para su gran amor: mi papá.

Mi papá heredó de ese par de señores maravillosos, la belleza de alma y figura. La simpatía, el carácter, el mal humor, en autodenominarse "el ogro", la inteligencia, la gracia para contar historias, para contarnos su vida de niño, los viajes que hacía con mis abuelos, las aventuras que vivieron juntos. Mi papá realmente será siempre un hombre maravilloso, inteligente, atormentado y por eso mismo atractivo, interesante. Con el paso de los años y mi permanencia perpetua a su lado, me fui dando cuenta que teníamos tanto, tantísimo en común, motivo que más de una vez nos hizo pelearnos. Y quizás ese parecido entre los dos, le sacaba los choros del canasto y lo hacía reaccionar de manera tan poco pedagógica. Después de su muerte, encontré una carpeta titulada "Colomba" donde había atesorado (como buen historiador) toda mi vida en: fotos, dibujos infantiles, cartas que nos escribimos, que yo le escribía y varias anotaciones reflexivas suyas sobre mi, en donde apesadumbrado, constataba lo parecidos que éramos y lo temeroso que estaba porque yo pudiera salir adelante en la vida, por mi exceso de suceptibilidad, sensibilidad, intensidad.

Mi mamá provenía de una familia de la que mientras vivimos en Guadalajara, nunca logramos saber mucho, ya que era absolutamente vilipendiada y menospreciada por mi papá y como vivíamso en la dictadura de Andrés Orrego, se hablaba y hacía lo que él quería y mi mamá en eso, siempre fue una militante oveja muy obediente.
Se les despreciaba porque eran de derecha, por ser pitucos, por esto y por aquello,
cuando volvimos a Chile
y fuimos descubriendo a estos seres,
el mundo marcó un antes y un después al conocer a la "Ita" la señora que le tocaba campanitas a las plantas, al Tio "Lucho".
Realmente un mundo "aparte" el de los Sánchez Reyes,
gente realmente particular, 
exótica, excéntrica y así mismo interesantísima, loca, 
de vidas irrepetibles, envidiables.
Caballeros que murieron sobre una torre de diarios,
una casa que nunca fue terminada, 
que no tuvo pasamanos en la escala, pese a ser habitada por una mujer de más de 80 años. Un hijo que arrendó una casa frente a la de su mamá, para estar cerca pero no encima y tras la muerte de ella, proseguir ahí y vigilar que ningún malhechor se acercara.
Un tio maravilloso y "cochayuyo" que estuvo en Isla de Pascua,
que le gustaba andar a pata pelada,
el mejor amigo y compañero de mi mamá.

De esa familia mi mamá heredó el silencio,
los secretos, las historias de familia que se fueron con ella a la tumba,
una mujer hermosa, generosa a más no poder,
que se dió entera por mi papá, por nosotros, por la gente que la conoció.

Mi mamá idolatraba y amaba a la mayor, porque era la primera, su hija número uno, el fruto del amor por mi papá,
tenía una relación cómplice con la menor,
pero en el "deber ser" de madre, era absolutamente democrática:
nos ayudaba en las tareas, a las tres,
hacía ropa para las muñecas, para las tres,
compraba pecaditos de toda índole, para las tres.
Con los años y tras regresar a Chile y vivir la vida que llevo en el mundo, a su lado,
siento que si bien no me eligió como su hija consentida al nacer,
descubrío en mi, la fortaleza, que mi pobre padre no,
se aferró a mi como su pilar, su marido, su compañía,
apretaba mi mano con dulzura, con cariño,
a veces me sentía asfixiada de saberme el vital elemento para su vida,
en cambio ahora que no la tengo y pienso en esta situación,
le doy gracias a la vida (primera vez), por haber vivido y experimentado esta situación, de ser elegida con el tiempo, si no como la hija predilecta, al menos como la hija querida.

Nunca sentía la preferencia de mi familia a por mi,
si la de mis amigos, en contados momentos, por suerte,
pero eso no hizo que los quisiera menos,
que no los considerara seres maravilosos,
que no los idolatrara, amara, recordara por siempre jamás.
que le pidiera a "mi diosito" personal que me dejara morir primero que a ellos,
que no me dejara en este mundo sin ellos,
obviamente que para "mi diosito" yo también era la segundona 
y mis peticiones fueron incumplidas.

Todo lo que soy, en lo que me he convertido, en lo que seguiré construyendo,
se basa absolutamente en lo que fueron ellos
y es por eso que la vida,
sin recordarlos una y otra vez, 
no tiene sentido.
Porque ellos son y serán siempre, la esencia y el sentido de la vida.

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