8 de agosto de 2014

El día después cuando todo debía cambiar.

Casi dos semanas desde tu primer aniversario lejos de nosotros,
aquella fecha de 365 días,
transitado en tristeza,
vacío, desconcierto,
a veces a un ritmo lento que desesperaba
en otras de un rapido vertiginoso,
con temor supremo,
que latiera el olvido.

Y el día llegó,
también la solicitud previa,
por algo trascendental,
extremo e intenso,
a ocurrir; la tierra abrirse,

mi cuerpo descender hasta el fondo de la tierra,
sin posibilidad de retorno.
Aunque eso habría sido un premio.

Y de alguna manera todo cambió,
imperceptible para ojos ciegos,
miradas impávidas,
de las que miran pero no observan,
de las que no sienten,
no recuerdan,
menos pensarán.

Pero aunque no mori,
ni la tierra se abrió,

tras el paso de las horas
y de los días,
aparecieron los cambios.

Siempre jamás imperceptible para muchos, 
pero entendí que el sinsentido,
está en intentar hacerlos ver con mis ojos,
mi corazón,
con mis intensidades,
dejar de obligar a la memoria de otros, acordarse de mi mamá.

Con mi memoria,
la de la Manu,
sumada a la de los amigos,
los que supieron descubrir a la verdadera Blanca,
la conocieron y quisieron
y que ni muerta han dejado de pensarla, 
sentirla 
y recordarla.

Y si bien es cierto que los días siguientes,
el domingo siguiente,
el mundo, mi vida,
pintaba de colores,
el vacío y la ausencia,
triste y melancolica,
alegre por las nostalgias,
continuaba latiendo....


Como seguirá latiendo de ahora en más,
toda la vida,
en esa vida sin ti, sin mi papá,
sin sumar más historias a Los cinco,

pero latiendo memoria, recuerdos, nostalgias, vacio,

de lo mucho que te quiero,
de lo que me harás falta por siempre jamás...

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