12 de diciembre de 2014

Andrés Orrego Matte: In Memoriam.

Andrés Orrego Matte, profesor de la Universidad de Guadalajara de 1975 a 1987, 
falleció la tarde del día 3 de abril de 2008, en su casa de Santiago de Chile.

Fue un destacado profesor de Historia de América Latina en la que fuera, antes de la Reforma Universitaria, la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Guadalajara.


Como profesor, le caracterizaron el profundo conocimiento que tenía de las materias que

impartía, la búsqueda permanente de nuevos materiales para la enseñanza, la actuación
entusiasta y apasionada en el aula, los fuertes vínculos que desarrolló con la mayoría de quienes fueron sus alumnos y, no menos importante, una gran solidaridad ideológica con las luchas de liberación latinoamericanas.
Aunque Andrés no era un exiliado del régimen militar chileno, él decidió dejar su cargo de
profesor en la Universidad de Chile pues ésta había sido intervenida por el gobierno militar. 

El trabajo de los profesores era estrictamente vigilado por militares designados en los cargos directivos más relevantes de las universidades chilenas. Andrés decidió que sin libertad de cátedra y de movimiento, no era posible trabajar, y emprendió la búsqueda de nuevas condiciones; en la Universidad de Guadalajara las encontró.


Su nombre completo era Andrés Juan Pablo Orrego Matte y se tituló Aprobado con

distinción como Profesor de Estado en Historia, Geografía y Educación Cívica, en la
Universidad de Chile en diciembre de 1959.
En 1967 terminó sus estudios de Maestría en Estudios Latinoamericanos en la
Universidad de Indiana, Bloomington, en los Estados Unidos de América. Inmediatamente
después se regresó a Chile y empezó a dar clases en el Departamento de Historia de la
Universidad de Chile. Apasionado del estudio de la Historia, allí trabajó como profesor de
Historia Moderna, de Teoría de la Historia y como encargado del Seminario de Historia de la Ideología en América Latina.

Después del golpe de estado que derrocó al gobierno socialista de Salvador Allende en

1973, Andrés viajó a México. En mayo de 1975 fue contratado por la Universidad de
Guadalajara y asignado como profesor en la Facultad de Filosofía y Letras, la Escuela de
Graduados, la Facultad de Economía y el Departamento de Enseñanza Preparatoria.
En la Universidad de Guadalajara conoció al Dr. Manuel Rodríguez Lapuente, que por
esas fechas estaba fundando el Instituto de Estudios Sociales. Hubo entre ambos una inmediata coincidencia de intereses intelectuales y puntos de vista: ambos compartían una visión de la historia de América Latina y una simpatía por las luchas de liberación de los países latinoamericanos respecto del yugo imperial de los Estados Unidos.

El Dr. Manuel Rodríguez Lapuente invitó al maestro Orrego a incorporarse al Instituto

de Estudios Sociales y con ello dio inicio una de las mejores etapas de la investigación histórica en el Instituto. Mientras el Dr. Lapuente integró un equipo de jóvenes estudiantes para realizar estudios de historia económica de América Latina, Andrés Orrego formó otro grupo para hacer investigaciones sobre historia de la educación en Jalisco. En estos equipos se destacaron José Trinidad Padilla López, Marco Antonio Cortés Guardado, José Luis Ávila, Humberto Meza Arévalo, Ma. Teresa Aguirre Covarrubias, Francisco Pamplona Rangel, Ma. Guadalupe Gutiérrez Larios, Rafael Torres Sánchez, Ma. del Rosario Lugo, Armando Martínez Moya, Antonio Ibarra Romero, José Luis Pardo Ruiz, Juan Carlos Toscano, Francisco Arvizu Hugues, Hermelinda Orejel Salas, Ma. Amalia Flores Moreno, José Beiza Patiño y algunos otros que escapan a mi memoria.

Andrés Orrego contribuyó a la formación de varias generaciones de historiadores, era

detallista y acucioso en sus clases. A grandes zancadas y con una sonrisa en los labios entraba al salón. Su pelo largo y entrecano, peinado hacia atrás, le daba un aire de viejo sabio y socarrón.
Cuidadosamente ponía sobre el escritorio montones de carpetas que cargaba en un viejo
portafolios de piel grabado con motivos indígenas mexicanos. Durante la clase, caminaba de un lado a otro, hablaba en voz alta, gesticulaba, se dirigía a un alumno en particular tratando de enfatizar el tema que estaba enseñando. Regresaba al escritorio, abría una carpeta llena de fotocopias y hojas manuscritas de su puño y letra, regresaba junto a los alumnos y leía en voz alta. Pausado y con gran delectación leía la cita que sustentaba las ideas que él estaba desarrollando en clase.

Andrés Orrego no pasó desapercibido para ninguno de sus alumnos. Alegre, sonriente,

dinámico, amante de lanzar piropos a alumnas y profesoras sin distinción. Era una verdadera fiesta del conocimiento escucharlo, aun cuando sus opiniones, a veces tajantes, no daban espacio para otros puntos de vista. Andrés Orrego que era la encarnación misma del gusto por el conocimiento de la historia, ha muerto. 

¡Que no muera en nosotros el afán de aprender que siempre lo caracterizó!

Salvador Acosta Romero
Guadalajara, Jal., 4 de abril del 2008

1 comentario:

Colomba dijo...

Querido papito, desde donde quiera que estés, espero que puedas leer este documento tan sentido y lleno de cariño, hecho por Salvador Acosta, nuestro, tu, nuestro, querido amigo mexicano.