27 de diciembre de 2014

Los Sánchez Reyes y sus peculiaridades.

Ayer fuimos con mi sisterna Manucita, a visitar a mi tía Alicia, 
una costumbre que hemos adquirido desde que mi mamá murió,
nos hemos acercado más a ella, 
supongo, buscando rastros de mi madre, 
otro tanto intentando rescatar la historia de los Sánchez Reyes. 
Aunque sabemos que para esos menesteres, mi tía, no sea la persona indicada, 
ya que la diferencia y distancia, 
que mi madre tanto recalcó existía entre Alicia y el resto de la familia, era infinita.
Mi tía Alicia, creó una barrera de concreto en materia de historias de su familia, 
pero así es ella. 

Ahora que la visitamos, lo entendemos bien, 
tuvo la desgracia (para su suerte) de provenir de una familia absolutamente excéntrica, 
aunque también normada por reglas y buenas costumbres, 
pero su extravagancia los hacía particulares, raros, distintos. 
Y esas diferencias para mi tía, siempre serán cosas a guardar bajo llave, 
lo curioso es que finalmente la esencia nos persigue
y mi tía no sabe porque no lo ha descubierto,
una que la observa si lo ve,
que es tan rara, distinta y diferente como lo fueron sus hermanos y padres.
Pero asi es ella y así reaccionaba cuando con mi mamá la ibamos a visitar y mi mamá evocaba momentos sobre sus infancias y adolescencias y Alicia ponía una cara atónita, abría la boca y negaba todo lo que mi mamá contaba. 

No negaré que siempre pensé que en las historias de mi madre, 
había un poco de máxima imaginación, 
como la tengo también yo, 
esa costumbre de aderezar las historias con un poquito más de todo.
Pero conversando y compartiendo esas historias con el tío Pino, alguna vez con Patricio y las primas Sánchez Mena y Sánchez Orrego, 
comprendí que quizás la exageración formaba parte de la familia, 
pero las historias eran tal cual como mi mamá las había narrado
y obviamente esas alocadas historias, molestaban a mi tía.

Y sin embargo, cuando vamos a visitarla y nos entregamos a su mundo, 
lo que ella considera como tal y sus historias, 
siempre termino viendo a mi mamá,
a su mamá,
a mis tíos, en cada uno de sus gestos, de sus formas y modos,
quizás algún día nos cuente realmente qué piensa cuando dice que tan solo sigue los movimientos de la música clásica.
Mientras tanto, al menos a mi, me gusta escucharla,
siempre es un agrado escuchar su vida, a pinceladas muy leves, 
pero lo que logra contarnos es muy interesante.

Más que mal mi tía Alicia, 
es la esencia de aquellos chilenos de los que van quedando poquitos,
católicos a la vena, 
de derecha no por convicción, sino por mandato del marido. 
Pero a mi lo que siempre me ha gustado y enternecido de la Alicia, 
más allá de su familia, de su marido, 
es la persona que es. 

Una mujer absoluta y totalmente distinta a mi mamá 
y en su distinto atractivo,
en su contrario, interesante, 
me agrada conocer alguien tan opuesta a su hermana, 
mi mamá, a nosotros, 
sus costumbres versus las nuestra, 
su vida versus la nuestra. 
Y finalmente, 
por religión o porque es una buena persona,
su capacidad de aceptarnos en nuestras rarezas, 
querernos, preocuparse de nosotros, 
recibirnos con unas deliciosas y variadas onces. 

Realmente quiero a mi tía Alicia, 
porque en su diferencia he aprendido a conocerla, 
respetarla, quererla 
y realmente admiro su capacidad de permitirnos ser sin intentar (fallidamente) cambiarnos, 
ni mirarnos en menos, 
ni hacernos sentir que somos las looser de la familia,
finalmente nos acepta. 

Encuentro que eso es admirable. 
Porque ella viene de una familia, la que construyó con su marido,
donde detestan a esta cosa insulsa que es nuestra democracia, 
extrañan los tiempos de Pinochet, 
donde el peligro del comunismo no existía, 
donde la fe católica lo era todo 
y que por supuesto mi tía en su inmensa ignorancia, 
porque para eso estaba su marido, 
desconocía, desconoce hasta el día de hoy (o hace oídos y ojos sordos y ciegos), 
a las atrocidades que se cometieron en dictadura en Chile, 
lo que hizo su marido... 
Y sin embargo,
en los tiempos de la Unidad Popular,
ellos que vivían aterrados con los comunistas en el poder, 
mi tía Alicia, con una hermana abiertamente comunista,
que estaba casada con otro comunista 
y vivían felices el gobierno de Allende,
no impedía que le llevara a su hermana, 
(a escondidas de mi papá, por supuesto),
los productos que con dinero, 
se podían obtener en el mercado negro
y que mi madre, aceptaba poniéndonos como excusa a sus tres hijas
y mi papá, que pese a la carencia que existía, nunca se cuestionó por qué nosotros sí podíamos comer todo aquello que estaba vedado. 

Realmente quiero a mi tía Alicia,
realmente me gusta ir a verla,
quedar a merced de su existencia,
tomar una rica once junto a ella,
ver como por ese instante, 
se da el permiso de comer en exceso,
pastelitos deliciosos comprados por ella,
selladitos de jamón y queso,
tapados de palta,
ella su café descafeinado con leche tibia,
Manu y yo. té con leche tibia y agua.

Disfrutar su cara de niñita,
sus ojitos pequeños, pequeñitos,
que abren y cierran con emoción al ver sobre la mesa tanta ricura,
conversar de sus hijos y nietos,
de nuestra familia.
Y después en su dormitorio a escuchar música clásica,
solucionarle algún problema,
Manu los tecnológicos, 
yo los domésticos.

Y dejar que el tiempo transcurra en su letanía,
acallar nuestros egos
que sea ella en su espacio, su mundo,
la que nos cuente si quiere,
nos comparta si desea.

Es como volver a los tiempos junto a los abuelos,
detener la vorágine de la juventud,
entregarse a la pausa de su tiempo de abuelos,
compartir sus historias,
escucharlas,
admirarlos,
sus pelitos blancos,
habitaciones con olor a talco,
esos momentos que de saber descubrirlos y disfrutarlos,
quedan inmortalizados en el corazón
y alimentan el espíritu, cada que los traes a colación.

Sinceramente creo que las cosas ocurren, cuando tienen que suceder,
teníamos que estar carentes de mi mamá,
para darnos el tiempo de conocer el mundo de Alicia
a su  manera, 
en su tiempo,
-al menos para mi-,
intentar recuperar en rasgos, rostro, comportamiento,
un poquito de mi mamita linda.
de sus antepasados,
mirando sus fotos,
las historias detrás de ellas
y seguir admirando y queriendo a estos Sánchez Reyes, 
que se han ido, sin contarnos todas sus historias,
sin dejarnos del todo,
saber quiénes eran.

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