23 de junio de 2012

Quizás.

No pretendo adelantarme a los hechos,
pero de pronto, quizás a razón de que la carga laboral disminuye,
de pronto vuelvo a sentir deseos inmesos por escribir, escribir, escribir,
así como también leer.

De pronto quizás el maldito mal se aleja,
no lo sé, no tengo certezas, tan solo sensaciones,
deseos de retomar a Jerónimo, sobre todo a Jerónimo.
Retomar la lectura, por tantos meses castigada,
presa del desinterés a por todo, todos, todo.

Al igual que el espíritu,
áquel que se fue muriendo lentamente,
que tan solo buscaba la destrucción,
lo más certera y rápida posible.
La decepción a por todo,
las claridades que dolían en el alma y llegaban punzantes al corazón,
no es que ahora no sienta igual,
pero en la coraza forjada para subsistir en lo que la muerte llegaba,
descubrí que luchar contra lo inexistente, jamás conocido, menos obtenido, es pelea de necios, de quienes prefieren gastar el aire, la energía poca, en estupideces. Nadie puede quitarme las ganas de soñar, de recrearme dentro de mundos mágicos, inexistentes para algunos, hermosos y maravillosos para mí. Nada puede alejarme de ellos, porque son mi vida y a través de ella amar, vivir, gozar, sentir, escribir, leer, vivir, vivir, vivir. Música maestros.

Aquellos deseos de mandarlo todo al carajo,
no permitir el agote mental y visual tan solo en trabajo,
en trabajo para llenar el plato de frijoles ¿para qué?, si quería morir,
¿para qué esforzarse si se quiere morir? Y en la búsqueda del fin, que todo comience a dar lo mismo, que nada tenga valor, peso, importancia. Menos que nada el dinero, menos que nada. De ahí en más, menos después el trabajo, menos el que esclaviza mi alma, mi alma que quiere salir a volar, volar, viajar, caminar con el viento, hacia la cordillera, a los árboles frondosos, bajo la lluvia. LIBERTAD!

Con deseos que la maldición de los años pares se concrete,
hibernar en vez de morir, pero no estar, no estar, no sentir, no pensar, dormir, dormir, que para eso el sueño surge de todas partes, dormir, dormir, dormir. No pensar, no sentir, no recordar momentos malos, tan solo los buenos, que para eso soy elegida. Todavía sin apuros, pero sintiendo el solecito de invierno que entra por la ventana, que calienta mi cabeza, ilumina mi cabello, refleja su luz sobre el suelo, por el ventanal del patio las plantas, hermosas, verdes, frondosas, la bugambilia, el limón, las suculentas y cactus. Los gatitos preciosos. La vida comienza a verse linda, no sé si así será, pero así la veo hoy, quiero que ese hoy se multiplique por miles más. Un poquito de ganas de salir a ver gente, güaguitas que alegran el alma, tomarlas en brazos, besitos en la frente, susurrarles lo bien que se siente tenerlas cerquitas.

¿ANIMO?
¿ENERGIA?
No lo sé, no cantemos victoria,
digamos al menos que  latidos de todo aquello que tuve a borbotones el año pasado, en mis 42 dorados y amados y que se pudrieron como la mala carne, el aire viciado, dejándome vacia, descreída, desilucionada, desesperanzada, descorazonada, DESTRUIDA. Levantar simientos, de a poquito en poco, como enferma del pulmón sin demasiada fuerza, porque no hay tanto aire, pero no por exceso de desconfianza, sino falta de energías, o no queriendo gastarlas todas, administrarlas que pa eso soy una judía, administrarlas para que me ayuden a encontrarme con Jerónimo.
Ante todo y a quien corresponda: GRACIAS!

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