3 de abril de 2018

Una década.

Diez años papito querido,
una década como dirías,
tantos años sumados,
tanto tiempo lejos de ti.

Tantas historias que siguieron sumándose,
como las nostalgias que dejaste en mi,
en las tres gracias,
en la Blanquita
y cada uno de los todavía queridos y cercanos - lejanos amigos.

Papito mío y querido,
tanto que quisiera contarte, compartirte,
ahora que estoy más vieja, 
no creo que nunca sabia como tu, 
menos culta,
quizás un poquito más inteligente,
muy sentimental,
siempre nostálgica,
tanto que quisiera contarte, hablar de hija más grande, con mi papá amado,
mirarte a los ojos, tus ojos grandes de mirada romántica, acariciar tu cara papito mío, continuar muchos miles de segundos, contemplando tu carita, tus ojos, quisiera darte un beso. 



Ahora que los dos somos grandes,
que las pasiones podemos más o menos contenerlas,
y abrirte el corazón sin descalificaciones,
pensarte, pensarnos, compartir ideas, entender al mundo desde tu visión, cerrar círculos a través de tus palabras. 

Tantas veces que he pensé que eras eterno,
que tu y mi mamá estarían siempre a mi lado,
que los que faltaban, los que se iban, los que  morían,
eran otros, otros papás, los de otras personas, personas distintas a nosotros, distintas mal, porque nosotros "los cinco", somos, éramos, seremos, fuimos, somos, los más distintos, distinguidamente distintos, especiales, mágicos, sublimes, únicos e irrepetibles. 



No logro acostumbrarme al mundo,
encerrada en la burbuja que tanto odiabas,
me conecto con lo que quiero, lo que más quiero,
aquello que le da peso y sentido a mi vida, 
a la historia, a la que puedo construir.


Inmersa en un mundo que no me interesa, 
en el que casi estoy por inercia, 
donde los amigos dicen serlo y desaparecen, 
donde las personas que te quieren dicen quererte, estar y se alejan. 
Nosotros éramos los únicos para siempre, intensos, sinceros.



39 años pude disfrutarte, padecerte, quererte y viceversa,
años que marcaron la ruta. 
Nunca más encontré alguien que quisiera acompañarme a caminar, 
a recorrer la vida, el destino. 
No volví a toparme con nadie interesado en mi historia, en quien soy, para dónde quiero ir. 



Papito, papito, que pena que la vida sea así,
que malo que no fuéramos eternos y hoy como cualquier otro día,
pudieras estar a mi siempre lado, 
viendo como maduro,
como entiendo todo mucho más 
y aprovechar mil instancias para abrazarte, 
para decirte suave -casi imperceptible-, lo mucho que te quiero, 
lo feliz y orgullosa que soy por tenerte como papá, 
o orgullosa que soy de parecerme a ti.

Te quiero papito mío, amado, ensoñado, sublimado, único e irrepetible, te quiero, te quiero, te quiero, te extraño...

No hay comentarios.: