16 de noviembre de 2014

Certezas.

Últimamente cuando me despierto en la mañana y miro por la ventana el cielo, la copa de un árbol y me maravilla la belleza del día, la luz, el día que será soleado, las flores y sus colores, no puedo dejar de pensar en claridades, certezas absolutas, respecto de mi vida.
Como hoy, que pensaba en mi vida hasta hoy, largos 45 años, que sin necesidad de ponerlos en una balanza, sé claramente:
que he sido más infeliz que feliz,
más triste que alegre,
más atormentada que relajada.

Siempre ha volado a mi alrededor, un aire de desolación, que se confirma en que la mayoría de los seres humanos con los que me he encontrado, topado, 
no me han aceptado, 
menos conocido, 
qué decir querido, contenido, apreciado, valorado. 
En cambio, 
me han dejado sin tenerme,
ofendido sin quererme,
despreciado sin conocerme.

Y no es un pensamiento oscuro que nubla el día hermoso, soleado y luminoso que veo por la ventana, al contrario, son confirmaciones, claridades, certezas.
Lo malo, es que todavía no logro descubrir la solución a tanta verdad, 
todavía no sé 
¿Qué hacer?

La primera reacción, sería matarlos a todos, 
vengarme, 
hacerles sufrir, 
traspasarles mis malos momentos padecidos por ellos, 
pero ya no tengo las energías de antes, ni las ganas, prefiero guardarlas, cuidarlas, dosificarlas para ser usadas en causas más luminosas.

Podría decirse que estoy en aquella fase inicial, !! maldita sea ¡¡, que tanto me persigue (ahora entiendo que por algo será), de comprobar los hechos, 
indagar en el interior, 
descubrir, encontrar, 
enfrentarme a ellas, 
reconocerlas, entenderlas, 
verificar, clarificar, 
llenarme de certezas, 
porque ante todo prefiero la verdad, nada a medias tintas, 
clarito y sincero, y supongo, 
que algún día, sabré qué hacer con mis certezas matinales.

O a lo mejor no, 
quizás después de 45 años de vida no tan feliz, 
no tan alegre, 
deba pasar (si es que soy longeva), los próximos 55 años de restantes, 
reflexionando estos temas 
y en otra vida,
próxima reencarnación,
viajar con la sabiduría acumulada y cambiar.

Aunque igual he cambiado. 
Ya no soy la misma Colomba de los 12 años, la de los 20, 25 o 30 años. 
Creo que desde que cumplí 40 años ya no soy la misma. 
La vida y sus circunstancias, me han transformado en una yo:
desconfiada.
distante,
mal pensada ("piensa mal y acertarás", dice mi sisterna Manucita),
aunque me encanta la gente, 
los pantallazos, enamoramientos (amorosos y amistosos) duran cada vez menos, 
ya que las hilachas negras, surgen raudamente.

Me he transformado en una ermitaña social,
me gusta la gente, verla, escucharla, 
más no abrirles mi corazón, 
contarles de mi, quién soy en realidad,
por nada del mundo, porque sé que tarde o temprano,
mentirán,
engañarán
y la Coli sufrirá.

Prefiero amistarme con el cielo, las nubes, árboles, plantas y flores y por supuesto, perritos, gatos, pajaritos y  lagartijas.
Sumar y sumar certezas y quizás,
con el tiempo,
sabré qué hacer con ellas.

No hay comentarios.: