28 de noviembre de 2013

Espaldas pesadas.

Ayer finalmente terminamos pagando la cuenta del hospital, sentimientos encontrados, todos adversos, todos tristes. Volver a ese maldito lugar, arrepentirse una y mil veces por haberte llevado, por no escucharte por única vez en la vida a tus necedades, que aunque lo fueran, quizás, te habrían dado más meses de vida.
Vivir por siempre jamás con esa espada clavada en la mente,
pensar que todos los quizases del universo se reúnen ante nosotras,
nos llenan de dudas,
pesares,
lamentos por no haber hecho otra cosa,
por no haber hecho,
por haberte obedecido.

Pensábamos que era lo mejor,
sabes ¿verdad? que hacíamos aquello en busca de tu confort
y sin embargo la mala suerte se apoderó de todo,
sobre todo de ti,
con ese presentimiento que traías desde hace tiempo,
pero por qué,
por qué pasan estas cosas,
estas situaciones tan cabronas y que para maldita sea tienen por resultado que tu no estés, que te hayas ido, que ya no vivas más con nosotras, que estés absurdamente muerta.

Todos podrán decir misa la vida entera si quieren,
pero nosotras que te vivíamos día a día,
no nos pueden quitar la razón, la sensación, que si nada de esto hubiera sucedido, tu estarías en casa todavía, quizás cerca del fin, pero estarías en casa, en tu invalidez entre las paredes, ventanas, bugambilia, ahora del sol, del calorcito de tu casa, en tu casa.
Nadie quería este final
y menos lo queríamos para ti,
nadie, ninguna de las tres,
pensó jamás de los nuncas que esta vez no volverías,
que maldita sea te perderíamos, maldita, maldita mil veces maldita sea.

Los pensamientos de arrepentimiento que tuvimos,
Manu y yo pensando en todas las cosas que esta vez si haríamso para ti,
en tu ayuda,
de pronto se abría una ventana nunca antes vista y descubriamos que dedicarte más tiempo y en el bañarte, cuidarte mucho más, en cosas simples, en aquellos hechos que nos negabamos a aceptar que ocurrían, porque quizás de esas cosas que uno no piensa, si tu estás más mayor, nosotras también.
Y nos quedamos con las ganas de bañarte,
de darte mucho más de los cuidados que tenías,
y quedarse con las ganas, es la sensación viva de un arrepentimiento, de un pesar, un cargar con un pesar enorme, una mala conciencia, sentir que no te dimos todo lo que merecías, lo que se debe, por el simple hecho que eres nuestra madre.

Culpa, culpa, culpa,
para no vivir nunca más tranquilas, libres, liberadas, para poder volar, sino volar, liberarse, siempre, siempre, con un ancla bien pesada sobre las espaldas, un ancla que nos recuerde que si las cosas hubiesen sido de otra manera, tu estarías aqui.
Y casualmente ese detalle, no menor por cierto, significa la vida de una persona, la vida de una persona que eres tú, mi mamita querida, mi compañera de toda la vida, que por mucho que dije, hice, pensé que era la más indepediente, que no le hacen falta los hombres, puede que si, pero que ahora ya la vida no tiene mucha ruta, porque todo lo que he vivido ha sido al lado de ustedes, de mi papito, de ti mamita linda y ahora ninguno de los dos está y mi vida se torna más que gris, fome, más que fome sin sentido, plana, sinsabor, sin color.
Ahora ya no sé que hacer con mi rumbo, más allá de trabajar, trabajar y trabajar, el sentido se perdió, los motivos, los sueños, el horizonte ni siquiera lo busco, menos lo pienso, las esperanzas las perdí, los deseos por hacer cosas entretenidas, luminosas, novedosas, tampoco me acompañan.
Depresión le diremos,
dolor hondo y profundo mas bien,
el sin sentido de la vida,
de lo que se viene pa delante,
cuando lo único que quiero es volver el tiempo hacia atrás y reencontrarme contigo y mi papá quizás en México, quizás donde ustedes quieran,
pero volver a toparmelos vendría siendo ahora, lo único que me queda, la meta, el fin, el objetivo, la razón para estar, existir, trabajar.

No hay comentarios.: