31 de marzo de 2012

Bajón de contradicciones.

¿Cómo se puede ser extrovertida y alegre, en un mundo que no te acepta?
 La contradicción de mi vida.

¿Por qué sigo sonriendo, cantando, saltando si hay tanta adversidad a mi alrededor?
A veces, no las como hoy, me basta única y exclusivamente con saber que estoy cerca de la gente que quiero, de mis queridas Violeta y Emiliana, que puedo conversar con ellas, tratar de entenderlas, siempre apoyarlas, por siempre quererlas. Ahora además, saber que está Pola, la bebita más hermosa de las preciosas, que al tomarla en brazos, hablarle, besar su cabecita, tomar sus manitas pequeñitas y perfectas, irradía una alegría, un amor, impidiendo que nada, nada, nada malo pueda ocurrir.
O cuando estoy con mis amigos, pocos, pero sinceros.
Cuando voy al yoga.
Cuando camino por las ciudades mirando sus edificaciones, árboles.
Al ir al cine y adentrarme en una historia distinta, maravillosa, ensoñada.
 
Pero en este estilo de vida, de pronto siento que estoy a un paso de ser una misionera, que se debe al mundo, para el mundo, que por cierto me encanta, porque me gusta ayudar a los otros, todas esas cosas, pero ¿y donde queda espacio para mi y mi vida? 
O más bien 
¿cual tendría que ser mi vida, mi espacio de vida?
El asunto es que todas las vidas de las otras personas, absolutamente distintas a mí en raíz y en forma, es con un bistec, hombre, mujer o demonio, al lado y de ahí la existencia se encausa y todos felices. Pero ocurre cuando sucede, que en mi caso eso no ha pasado jamás y si no fuera de mate tan duro, debería haber entendido que tengo que armar, fabricar, crear, una vida distinta, absolutamente distinta a la de la masa humana.

Por eso a veces la vida de misionera me resulta tan atractiva, pero topamos con la religión. Malo. Aunque en esta necedad por escuchar la voz interna, recuerdo que está la pasión por escribir, debería casarme por todas las formas posibles con la escritura....... aunque igual resulta triste. 
El problema es ese, el saberse marciana y al mismo tiempo querer ser como los anormales-normales. Más la idea de la verdadera pasión como forma de lucha, no deja de ser atractiva. Finalmente convertida en una rusita atormentada o sino como las Hermanas Brontë, que viven plenamente todos los sentimientos, sin llevarlos a la práctica y sin embargo, pudiéndolos plasmar en historias de forma tan real. 
De primeras me resulta patético, pero de pronto siento y tiendo a pensar que es lo que hay.
Así es la maldita vida mía pues...

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