13 de diciembre de 2011

Sin remitente.

A quien corresponda:
Esta carta tiene dos opciones:

Una en la que agobiado por el fin de semestre, olvidaste contestarme.
Y la otra, en la que después de todo lo dicho, decides tiernamente hacerme el vacio, el avión como se dice en México, además del poder oculto y personal, de dejar a Colomba en sus propias deducciones, pese a que el silencio otorgado debería ser la mejor respuesta. Pues bien, lamento constatar si la segunda opción es la correcta, que finalmente y después de todo, ambos nos ahogábamos en ilusiones ópticas, porque no te diste cuenta que a mí las cosas hay que decirmelas tal y como son, de preferencia mirándome a los ojos y no en el lenguaje en que una cosa es lo que dicen y otra muy distinta, lo que se lee entre líneas.


Todo sería mucho más fácil, quizás doloros, pero así es como se forjó el acero y como nos hacemos grandes, si me escribieras diciendo que en realidad tu vida así como está la quieres, sin matices y que en realidad no tienes ningún interés en ser mi amigo, que lo dijiste para no sonar brutal  y tal. Obviamente que me gustaría estar presa de la paranoia y equivocarme de aquí a las estrellas ida y vuelta, más si fuera que no, pues se respira hondo, se asume y ya, si te dije que soy dura de roer y no tengo pensado matarme por nadie.

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