30 de noviembre de 2024

25 años sin Andrés SA.

 


Amado Andrés, primo querido, ensoñado, amado, enamorado, 25 años es demasiado tiempo. Demasiado pensando que es el transcurso de los años en los que me quedé sin ti. Mi príncipe azul, quizás ese fue el problema, no te avisaron que eras para mí y yo para ti, no tenías que buscar más, no tenías que estar solo, no teníamos que dejar de vernos tanto tiempo. Éramos, soy, seré siempre para ti, amado hermoso, caballero joven, galante, educado, sensible, con tu  metro casi 90, con tus manos de palmas enormes, donde mi mano se perdía y quedaba resguardada y calentita y protegida. Mi amado Andrés Santelices Altamirano, fue tan poético conocerte, saberte mi primo, mi amigo, con el que podía contar, confiar, eructar, tomar Coca Cola, reírnos de todos. Amigo, mi primer amigo chileno, además primo aunque sea en segundo grado o mejor, porque de enterarte que estábamos destinados, tan distintos como iguales, tan amigos como sincronizados, tanto pensarnos, tanto compartir, tanta familia en común y al mismo tiempo tantos años sin sabernos.

Andrés, me has hecho falta todo este tiempo en el que yo seguí sumando años, edad y tu quedaste atrapado/congelado en los 30 años. Siempre te pienso, porque siempre hay algo en el aire, en los árboles, en las calles de Santiago, que me recuerdan a ti. Porque contigo era agradable estar en este país, vivir en esta ciudad, caminar por las calles de Santiago, pasear por Providencia, comprar una coca cola y eructar sin sentir que éramos unos cochinos, mal educados. Al igual que cuando partieron los abuelos y después mi papá y luego mi mamá, este país careció de sentido habitarlo ¿por qué quedarse? para ¿qué? Antes era por ellos, porque estabas tu.

Amigo, mi amigo querido, el que bastaba me mirara y saber que me pasaba algo  y yo tan bruta, tan egocéntrica en mis sufrires de adolescente perpetua que no vi, no te mire, no te observé como tu a mi y no vi, no atisbé que quizás tu sonrisa preciosa con esos dientes grandes y blancos, con esa sonrisa tan amplia y grande como tu, no era tan sincera o detrás de ella, había un dolor hondo, un vacío, una pena constante. Porque sino ¿cómo es posible que nadie vio nada? ¿cómo fuimos tan egoístas en no descubrir que no eras feliz? Tengo toda la vida para reflexionar y cuestionarme y jamás saber y maldecir mi incapacidad de observación, que ahora tengo aguda, despierta, alerta.

Amor, amigo, Andrés, por qué siguió saliendo el sol, las estrellas, por qué el mundo continuó girando y todos creciendo y tu no. Por qué nos dejaste, por qué no pediste socorro, por qué no me llamaste, por qué no mejor juntarnos quizás a beber algo más fuerte que las aguas negras del imperialismo, emborracharnos y que me contarás tus tristezas, si no estaba ahí para contenerte, para intentar abrazar esos hombros de espaldas anchas, para qué servía nada, para qué tanta gárgara de amigos si no fui capaz de estar, de oírte, de verte, de comprender nada.

¿Por qué elegir el día de tu santo para marcharte? ¿por qué no nos dejaste una carta? Porque irte así de forma tan absoluta, como queriendo borrar lo que es imposible porque tu siempre vas a estar entre tus hermanos, en el cielo y en la tierra, al lado de tus papás y en mi corazón. Siempre serás presencia y amor, amigo, ensoñación los 19 de septiembre y con mucha tristeza, mi amor, amigo amado, mi príncipe, el ser más especial del universo, los 30 de noviembre. Mientras el corazón lata y la sangre continúe fluyendo en las venas, siempre habrá una luz de memoria, de extrañarte con todo el ser, de sentir tristeza coraje, rabia, pena, frustración, tristeza por no poder sumar tiempo a tu lado. Siempre presencia, eterna presencia, recuerdo, memoria, porque fuiste eterno, eres para siempre. 

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