3 de junio de 2014

El acecho de las sombras.

De pronto llegaron,
se apoderaron de mis pensamientos,
oscureciéndolos,
de mis leves alegrías, 
entristeciéndolas,
de los instantes de felicidad compartidas con mis queridos amigos,
la sensación sombría que la felicidad viene acompañada de algo no tan bueno, 
regresa.

 

Aquellos tiempos donde no se hablaba de la alegría,
darla por sentada,
por compañía certera,
gozarla en secreto,
a voz quedita,
escribirla, 
expuestas en páginas de algún cuaderno olvidado...

 

Mucho de esencia hay en esto,
de culpa,
pena,
el absurdo del ser humano, 
sus precariedades,
defectillos,
por no valorar mientras se tuvo
o no valorar todo lo que se debía
y así en la aunsencia,
rememores pero continúes...

 

Llegan a alojarse las sombras,
los marengo, grises, oscuros,
que develan un oscuro horizonte,
donde la salida es para siempre
donde la idea gris, marenga, se apodera de la mente
y entonces un cierto alivio domina la mente, 
permitiendo descansar, aliviar el dolor, la culpa...

 

Hasta que el otro yo reaparece,
tímido, inseguro,
posandose en el vantanal de la pieza,
invitando a salir al patio,
sacar las hojitas secas, 
reacomodar plantas en busca de la luz de invierno,
barrer, limpiar, regar, remover, respirar, admirar, 
llenarse de rojos bugambilia,
amarillos limón,
verdores suculentos,
de olor a tierra sana
y tras rosar las alitas de ángel,
descubres que en esos instantes..... la vida podría ser esa,
mirando a Topito,
acompañada de él,
del patio y sus plantas y sus enverdecimientos que afloran, florecen, surgen, caen, mueren...

 

La sombra que acecha 
y la esencia que aflora tímida y soleada....

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