31 de octubre de 2016

Nostalgias.

Vuelvo a recordar cierta historia,
cada tanto que paso por esa calle y mis ojos se posan en aquel caserón,
donde tuve por primera vez mi primer abrigo,
aquel por el que tanto rallé,
que me gustaba tanto, tanto,
tanto es así,
que lo continúe usando incluso, cuando la moda había pasado.

Era ancho,
en esa amplitud donde el cuerpo se pierde,
mientras que la parte baja,
la que llegaba a mis piernas,
se angostaba, encarcelándolas bajo un candado de botón al tono,
era un diseño extraño y particular,
con sus grandes botones de plástico en el tono de la tela,
azul brillante, 
de cotelón azul brillante,
típico de los años ´80.

Ese caserón lo conocí con mi padre,
un día que  íbamos del brazo caminando por las calles del barrio
y de pronto,
según yo casualmente,
creo que para él no tanto,
encontramos esa boutique especializada,
en abrigos para damas.

Eran otros tiempos,
otra época,
de hecho hace 29 años atrás
y que hoy cuando paso por esa misma calle,
aunque todo ha cambiado,
mi padre ya no está a mi lado,
no puedo evitar posar mis ojos ante el caserón
y recordar esta misma historia.