18 de julio de 2024

La pérdida de lxs hermanxs.

(Mi hermano Andrés y yo, en Guadalajara).

Hoy nos enteramos que el hermano grande de nuestra pequeña (27 años) Daniela, murió. Inevitable pensar y ponerse en ese lugar. Tanto porque Daniela no estaba en el país, como porque el hermano era un ser muy especial, con una existencia sufrida.

El hecho de la pérdida de hermanos, me toca muy de cerca, porque aunque no tenía una buena relación cuando murió, yo también perdí un hermano. Mi hermano Andrés. El hermano mayor, el primo mayor del clan de mi familia paterna. Andrés como mi padre. La vida y sus circunstancias hicieron de él una persona con una existencia difícil que pesaba sobre los hombros de mi padre, el cual reaccionaba de manera muy violenta cuando alguien intentaba hablar sobre el tema. Así fue como en el 2004 murió Andrés y mi pobre padre no aguantó el sufrimiento y partió el 2008.

Mi historia con mi hermano Andrés, no siempre fue lejana, hubo dos momentos. El primero, no recuerdo más que por las historias que mis padres y familiares relatan, en la que él y yo nos amábamos. Debo haber tenido 3 o 4 años y él 20 años más. Él era hermano solo por parte de padre y sin embargo, mi mamá siempre lo quiso como propio. Siempre hubo un lugar para él en nuestra casa, en nuestras vidas. En esa época en la que él y yo éramos muy unidos, vivía con nosotros, parece que fue en Valparaíso o en Santiago, meses antes que iniciara el gobierno de Salvador Allende. 

El segundo, fue en unos viajes que mi papá le pagó para que fuera a visitarnos a Guadalajara, Jalisco, México. Después del golpe cívico militar que derrocó el gobierno de Salvador Allende, mi familia fue diseminada por América, Europa y Estados Unidos. Él vivía en La Habana, Cuba, ahí se casó y tuvo su primer hijo y fue desde ahí que mi papá lo trajo una temporada y en ese tiempo, que seguramente era verano, nos reencontramos. Obviamente que él se acordaba de mi a diferencia mía y sin embargo su manera tan suave de ser, su tranquilidad, paz, sumado a lo alto y enorme que era como sus manos, hicieron que la Colomba de 10 o 12 años, fuera acurrucándosele. Fue lindo, atesoro ese recuerdo, esas caminatas por Guadalajara y Ciudad de México, de la mano de mi enorme hermano. Era un hombre amoroso, sufriente, nació sin herramientas para hacerle frente a la vida, tenía demasiadas inseguridades, miedos, terrores y a pesar que siempre fue protegido por mi padre, por su mamá, por mis abuelos paternos, no fue suficiente y no logró salir adelante. Pero igual se casó una vez, tuvo un hijo, se emparejó varias veces y tuvo otra hija. Fue buen padre pero en una pobreza total, fue un buen compañero de sus mujeres, aunque la primera lo abandonó, pero la última y madre de su hija, estuvo con él hasta el final. Triste la historia de mi hermano y más como fue echándose a perder con los años, no solo en lo físico si no que en lo emocional, en sus relaciones con nosotros, conmigo. Pero hoy, quiero quedarme tan solo con los buenos recuerdos. Aquellos que me recuerdan que yo también tuve un hermano, el hermano mayor, el primo mayor de la familia, el primer nieto, el primer hijo, mi hermano Andrés.

Y es que la muerte de los hermanos y por lo tanto de los hijos, es una constante en mi familia. Por el lado de mi madre, Blanca, su amor más grande era su hermano Eduardo y éste murió en la década de los 60´s en un accidente de auto. Creo que si no hubiera existido mi padre, que le prestó presencia, mi mamá no habría sobrevivido, porque el amor que se tenían era infinito. Eduardo era todo para mi  mamá Blanca y Blanca era todo, era la hermanita pequeña, su consentida, para Eduardo. Y así debe haber sido la terrible tragedia para mi abuela materna, Alice, perder a uno de sus hijos. Además que Eduardo era muy especial, todos quienes lo conocieron tienen una historia linda, divertida, emocionante, para contar sobre él.

Así también, un primo amado mío, decidió partir. No están muy claras las razones pero todo indica que se sucido. También llevaba por nombre Andrés, era mi  primo en segundo grado, hijo de una prima hermana de mi padre, tenía a penas 30 años. Andrés, era un príncipe hermoso, alto, delgado, con unas manos largas, anchas de dedos delgados, la sonrisa de boca más hermosa, unos ojos almendrados. Evidentemente estaba enamorada de él pero solo éramos amigos. Fue mi primer amigo hombre, teníamos la misma edad y mucha conexión, era muy amoroso conmigo, me apoyaba, estuvo ahí dándome su cariño inmenso cuando murió mi abuela Marta, era un maravilloso amigo que la vida me regalo aunque no por tanto tiempo. Su muerte fue devastadora, me hizo replantearme tantas veces por qué no estuve para conversar con él y así evitar lo ocurrido y un sin fin de ideas que cruzaron por mi mente, interrogantes que uno se hace cuando ya es inevitable. Si yo quedé devastada por su partida, imagínense a su madre, su padre, hermanos.

De los lazos familiares extendidos, está la de mi hermano mexicano, Antonio. Él cuando era chico tuvo una media hermana, Teresa, la cual en la más romántico y terrible, murió cuando era muy chiquita. De hecho, esta triste historia de la infancia de Antonio, nos la contó muchos años después de conocerlo. Evidentemente guardaba un trauma, una tristeza honda. Y fue en ese momento que nos presentó a su mamá, Vicky y ella me regaló un peluche con forma de conejo que era de su hija Teresa, todavía lo conservo. También Antonio comenzó a desenterrar fotos de él con Teresa. Siempre esa historia sobre la muerte de esta pequeña niña, estuvo cubierta por un manto meláncolico o así lo quise ver. Quizás también a causa de la ausencia de su hermanita, es que Antonio, nos adoptó a mi hermana Manuela y a mi. 

Otra muerte terrible fue la del hijo de mi hermanita de la vida, Claudia, hace dos años. Una muerte terrible porque dejó tan mal a mi hermanita y a su familia y a su hermano Diego. Matías era el nombre de este joven de 26 años que tampoco pudo más con la vida. Era increíblemente inteligente, todos sus primos solo tienen palabras hermosas para él, qué decir su mamá Claudia, su tía Marcela. Yo no lo conocí tanto, me tocaron un par de años antes de su partida y sí, era especial. Quizás por eso tomó la decisión que tomó, porque era demasiado especial para este mundo, venía como mi hermano Andrés, sin las herramientas suficientes para hacer frente a la vida ¿quién las tiene? Y un día de marzo decidió dejar de sufrir y luchar. Su muerte evidentemente hasta el día de hoy, ha dejado una estela de tristeza, mi hermanita Claudia, no volvió a ser la misma, sus ojitos tienen siempre una mirada triste, ya no sonrié, pocas veces se ríe. Ella que era toda alegría, el alma de las fiestas, la más loca, la más divertida. Y es que el Mati era el complemento de Claudia, eran tan parecidos. La Claudia realmente pensó que su vida la haría al lado de su Mati. Dejó devastados a todos quienes lo conocimos.

Y en este siglo XXI, 2024, sumamos un hermano, hijo, primo, sobrino, nieto, que ha muerto. Diego, aunque no sea un primo directo, ni sobrino, era el medio hermano de mi sobrina y con eso basta. Era un lindo joven, amoroso, lleno de vida. Diego sinceramente estaba lleno de vida y gracias a eso pese a todo pudo sobrevivir todos estos años, ya que desde que le diagnosticaron una terrible condición y le dijeron a sus padres, que no viviría demasiado, lo hizo. No toda su vida como seguramente él hubiera querido, pero logró vencer a todos los pronósticos médicos y sumar al menos 3 décadas y algo más. Abrazo infinito para Daniela y un beso para todos los hermanos, hermanas, sobrinos, sobrinas, primos, primas, hijos, hijas, nietos, nietas, que un día dejaron de compartir la vida con sus familias y dejaron ese espacio vació, que nunca nada lo podrá llenar.

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