3 de julio de 2024

Árbol genealógico en extinción.


Los años 2019 y 2020 fueron marcadores no solamente por el estallido/revuelta y pandemia, respectivamente. Sino porque el nexo original con la familia materna y paterna, cobraron la vida de sus dos últimos integrantes.

En mayo/junio 2019 muere mi tía Alicia Sánchez Reyes, la hermana de mi madre y en septiembre del 2020, el hermano mayor de mi padre, Héctor Orrego Matte.

Sumado a eso, la que fuera la casa familiar de mi mamá, ubicada en Manuel Montt 1426, Providencia, fue demolida. Es verdad que quedamos los hijos, sobrinos y nietos, de ambos lados. En cierto modo es verdad, de ese árbol genealógico, vengo a ser hija, nieta, sobrina. Pero los que ya no están, los Orrego Matte como los Sánchez Reyes, se llevaron consigo un sin fin de historias, sucesos, anécdotas. Aunque exista el libro "Retorno", de mi abuelo Héctor Orrego Puelma y los que escribió mi tío Héctor. Nunca vio la luz aquel libro que mi padre, de nombre Andrés, no pudo concretar. Kilos de páginas escritas, intentando contar la historia de Buin, su infancia con los Matte, en el Morro con los Orrego. Y bueno, ningún resquicio que dé cuenta sobre la vida de los Sánchez Reyes.

Supongo que como hija de mi padre, a quien me parezco mucho, es que no ha cesado nunca el deseo de seguir sus pasos escritores y concretar en algo, aquella historia de nuestra familia. Tantas historias que él mismo nos contó a lo largo de nuestra infancia y adolescencia, en viajes, en las noches. Historias envueltas en anécdotas, recuerdos, nostalgias, historias y más historias. Sumado a las que contaban mis abuelos cuando nos visitaban en México. 

Pero en cambio, mi madre, de su familia los Sánchez Reyes, poco y nada contó, como tampoco lo hicieron el tío Patricio y Pino, cuando volvimos a Chile, menos mi tía Alicia. Sobre ellos se tejió un especie de pacto, en donde no se cuenta, no hay constancia alguna de sus vidas. Quizás por eso también mi deseo punzante por hacerlo, romper aquel pacto y hablar un poquito sobre ellos. A sabiendas que quizás, donde quiera que estén, no les gustaría que lo hiciera o  ¿quién sabe?

Pero el deseo latente, punzante, sigue vivo. No hay momento de la vida en que no piense en todo lo que marcó mi familia a este país. Aunque de ellos no existan placas, monumentos, insignias, calles. Sí marcaron y tomaron un lugar importante en la historia de este país Chile. Desde mi abuelo cuando trabajó por dar salud digna a los desposeídos, cuando fundó el Hospital del Tórax. Entonces ¿por qué no merecer que alguien de su árbol genealógico, resalte todo aquello?

Es por eso que yo, la que escribo como mi padre, como mi abuelo, que poseo esta característica o defecto de ser sumamente nostálgica, amante de lo que ya pasó y quedó grabado en la historia, que vivo pegada/apegada a un tiempo que se conjuga mirando hacia atrás, un tiempo pasado en el que seguramente, se fue muy feliz, debería tomar la posta y dar rienda suelta a la historia familiar. familiares

Estoy segura que a mi padre, tanto como a mi, le hubiera deprimido ver demolida la casa de mi madre. La ausencia de mis padres y ahora de esa casa, me hace sentir inevitablemente que soy una marciana en esta tierra. Mis nexos, raíces, conexiones -pocas-, en la historia de mis padres, ya no existen. Las calles han cambiado su pavimentación, secado o tapado las acequias, sacado o cortado muchos de los árboles, las casas - como la de mi madre-, han sido demolidas para sustituirlas por enormes, altos y horribles edificios. 

Entonces me baja el sentimiento Andrés y deambulo entre querer matarme y/o marcharme. Nunca pertenecí, pertenecido, a este país, sí a mi familia Sánchez Reyes y Orrego Matte, sí al lado de la gente que lucha y exige verdad y justicia en materia de derechos humanos, sí a la gente que lucha, a lxs verdaderos de izquierda y sin haber tenido las agallas suficientes para quedarme en México, sobrevivo, he sobrevivido en este país durante 36 años. Pero resurgió o nació el amor/respeto/admiración a por Chile, su gente, a partir del 18 de octubre del 2019. Aquellos escasos tres o cuatro meses en que despertamos y fue hermoso. 

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