Un año más desde tu partida,
aunque ya no sea jueves,
aunque la vida siga sumando año tras año.
He perdido la cuenta,
o no quiero sumar y constatar que los años sin ti,
son mayores a los del tiempo que compartimos juntas.
Quetzi, querida Quetzi,
los 3 de enero como hoy,
son inolvidables,
marcadores,
me marcó tanto el llegar y no estuvieras ladrando y saltando,
me dolió de dolor punzante, cuchilla filosa, la forma en que mi papá indicó con el dedo dónde estabas.
Quetzi, mi querida Quetzi,
aunque estés en el patio de esta casa que ha sido tu hogar, el mío, el de nosotros los cuatro,
sigues en falta,
tu ausencia sigue presente, porque no están tus ladridos, tus pelos rastas adheridos a ti, pero ya no siendo tuyos,
está tu ausencia de fantasma ocupando un lugar cálido en mi cama,
será por eso que siempre siento que alguien entra a mi pieza,
como anoche,
cuántas veces voltié a la ventana sintiendo segura que alguien, algo, alguien, tu, quizás, entraba.
Quetzi, mi querida Quetzi,
compañera de los últimos y mejores años de nuestras vidas, transcurridas en México,
quizás no entendimos y traicionamos a tu raza, al amor azteca mezclado cono maya y es que no debimos venir, volver, traerte,
quizás por eso no duraste tanto,
quizás por eso, esa mañana que yo no estaba en la casa, mi mamá tampoco y mi papá alejado de su centro, abrió la puerta y saliste corriendo, tenías prisa por volver, irte, regresar y pasó lo que pasó.
Será mejor pensar que fuiste la más astuta y en realidad volviste, regresaste, estás allá, nos miras desde la fantasmal casa de Gregorio Dávila y piensas en nosotros, pobres de esos cuatro que me querían tanto pero no supieron volver.
¿Será?
De una u otra forma,
de ser como sea,
no estás y tu ausencia sigue penando, llorando, lastimando, extrañando (te) !!!
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