Hoy me enteré que el perrito, hijo, mascota, amigo, de una amiga humana, tuvo que quedarse dormido para siempre, porque le descubrieron una enfermedad fea que de tratársela, le quitaría justamente lo que lo hacía tan querido por tantes: su energía, vigor, simpatía sin igual....
Pero el asunto es que nos quedamos sin Panda. Recuerdo que armé todo un cuento para conocerlo a él y a su mamá humana, que decía conocerme pero yo sabía que eso era imposible, pero su trato era tan amable, tan cálido, que me dio curiosidad y cuando además le vi por redes sociales una foto de Panda, simplemente decidí que tenía que conocerla a ella y a esa preciosura.
Y los vi una sola vez, una tarde del año pasado, en invierno, los tres juntos y encerrados en la cocina de su casa, Panda a nuestros pies, Panda que iba y volvía, que hacía morisquetas, que nos miraba con esos ojitos medio tristones enmarcados entre su pelito negro y ese pecho gallardo y pomposo/peludo en color blanco. Una verdadera belleza y yo solo quería apretarlo, apretujarlo, recostarme bajo la mesa pero a su lado, abrazarlo, besarlo, apretarlo. Y él anduvo más bien en una postura digna o cautelosa, todo lo contrario a mi, entonces me costó ganármelo, lo que no impedía que babeara cada que surgía de bajo la mesa o volvía con su juguete en la boca para que Berta, su mamá humana se lo lanzara. Y con solo esa ocasión quedé prendada de Panda, quería ser su collar, quería viajar entre sus pelitos largos blancos y negros, susurrarle muchas veces al día cuanto lo amaba, lo hermoso que me parecía y lo feliz que era de conocerlo.
Hasta proyecté un paseo a Viña cuando pasara esta tontera de la pandemia, porque me hacía falta verlo en vivo, intentar muchas, muchas, veces abrazarlo, apretarlo, besarlo, recostarme con él en el suelo, junto a su cucha. Y no quiero decirlo aunque lo he pensado toda la tarde, me quedé con las ganas. Me quedé y sé que nos quedamos con las ganas de más Panda para el mundo.
Y es que las mascotas, los animalitos, perres, gates, lombrices, todes, son a veces más sinceros y presentes que nosotres les humanes. Una vez el hermano mayor de mi papá dijo que de tanto conocer al ser humano, quería más a los animales.... y la verdad es que esa frase no la olvidé nunca más, porque también siento que más vale sola que mal acompañada a menos, que la sensación térmica cálida sanguínea, compañía a tu lado tenga cuatro patas y pelos, aunque también se aceptan de dos o de ninguna pata y pelados o escamosos, rapados, pinchudos. Así como con los árboles, me pasa que siento una conexión, un entendimiento más sincero con elles, como que el azote atormentado que me caracteriza puede levitar y relajarse, por más intensidad que posea sé que aunque no pueda abrazarlos, besarlos, apretarlos, elles están ahí y te miran, te acompañan, te comprenden, te cierran los ojos, te pasan su pesuña uñuda o su pata gorda y al menos yo, siento que el cuerpo se separa del dolor y levito de pura felicidad.
Pues lamentablemente esas ganas de compartir con Panda, no podrá ser, es heavy pensarlo y qué decir pronunciarlo, no dejo de pensar en esa tarde de invierno en que los tres compartimos tantas horas en esa cocina, con nuestros pies cálidos gracias a los pelos de Panda y babee más que nunca por cada movimiento suyo y cuando corría y se iba o cuando corriendo volvía.
Gracias por darnos tanto a tantes Panda ensoñado!!!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario