No podía dejar pasar este día,
el día de mi primito, amor infantil y adolescente. Tu, mi compañero de paseos, de fantasías, de viajes en automóvil, contando estrellas, compitiendo por quién sumaba más estrellas. Amiguito de mi corazón, de esos que no existen, de los que uno ansía tanto tener. Yo fui afortunada. Conocerte, entablar este vínculo que ha trascendido a tiempos y territorios. Mi primo querido, mi Ricardo Twain Orrego, nunca me dijiste que eras un año menor que yo. Siempre pensé que no solo éramos arianos de abril, sino que también teníamos la misma edad. ¿Viste? Siempre dije que por algo eras más pequeño que yo, no solo porque de niños eras el más bajito de los dos, sino porque eras menor que yo. Mmm debes disculparte por un trillar de veces que te pusiste majadero con tus mayores jajaja.
No quería y no podía dejar pasar este tu día, este 13 de abril, ese día que nos unió para siempre. Mi primito del alma, junto a mi abuelo Titin, son mis arianos de abril, consentidos.
Hubo un tiempo en el que me leías el pensamiento ¿te acuerdas? Que como hoy, no necesitaría decirte que estoy apachurrada, porque lo sabrías de mirarme, de observar que no estoy contentísima, que no saco sonrisa a cada rato, ni que escucho música mientras la canto, que no hago las cosas exaltada de alegría. Pero bueno, todos tenemos nuestros días de bajón, que pensando en tu cumpleaños y que quizás estás festejando en familia, me animo enseguida ¿eh? De hecho, animaste a mi espíritu apachurrado, porque prendí el computador única y exclusivamente para escribirte unas letras y desearte !Feliz cumpleaños!
Mentiría si te digo que no extraño nuestros días, de tardes, escapándome de la casa para salir a pasear contigo por Avenida Vallarta y fisgar por entre medio de los barrotes, de las rejas, de los muros altos, aquellas mansiones en las que soñábamos que tu eras el propietario de una y yo de la de junto. Extraño esos días. Extraño te, extraño tanto te. Extraño nuestras escapadas para tomar tejuino, echo tanto de menos sentarme en el Parque Revolución contigo y contarnos historias, muchas de las cuales eran inventadas, pero nos gustaba escucharnos, nos gustaba saber que sabíamos que la mitad de las historias eran inventadas, pero nos reíamos. Los dos gozábamos de una imaginación a borbotones y los dos la utilizábamos para contarnos esas historias inverosímiles que solo tu y yo, le halagábamos al otro y viceversa y que solo tu y yo sabíamos que la mitad no era cierto. Extraño te. Extraño mi infancia, mi juventud y adolescencia donde tenía tantos amigos como tu, como Mario, como Gerardo, como el Chino, el Chato, Guillermo, mis amigos, con los que compartíamos tonteras en clases, a quienes defendía en los recreos. Los extraño. Te extraño. Extraño te.
Supongo que será la madurez y esa maldita cosa que ocurre cuando eres muy de principios y no puedes, no soportas quedarte con gente que consideras sin principios. No me quejo de mi soledad actual, siento pena por la falta de amistad, la ausencia de aquella real amistad, como la nuestra, como la de mis compañeros de la primaria. Esa complicidad, saberse que el otro hará por ti, lo mismo que yo por ellos. Amistad la que parte en dos el lonche, la galleta, el pan, que comparte la bebida, comprando otra o bebiendo de la misma. Extraño a mi otro primo, el chileno, Andrés, el príncipe hermoso, de manos grandes con dedos alargados, que me abrazaba con esos también larguísimos brazos, que me tomaba de la mano y la mía se perdía entre su palma de dedos largos. Lo extraño, como cuando tomábamos coca cola y jugábamos riéndonos, a tirarnos el eructo más largo. Frente a mi computador, tengo el cuadro hecho con spray que me compró en la calle a fines de los 80, que muestra una ciudad futurista que mira, desde una alta montaña a otra, resguardada como en una cúpula de vidrio color verde. Extraño esa amistad de silencios no incómodos, de esa amistad donde una sabía que cabía no solo en el corazón del amigo, sino que entre sus brazos, su mano entre la mía. La amistad siempre tendrá un poco mucho de amor, de enamoramiento, de adoración, de admiración.
Hubo un tiempo en el que me enamoré de ti ni bien de conocerte, en el que te amé, después nos hicimos amigos, seguía enamorada de ti y finalmente nos convertimos en los mejores amigos. Así también hubo un tiempo en el que estuve enamorada de Mario y de Guillermo, pero la amistad pudo más que ninguna otra cosa. También quedé flechada al conocer a mi primo Andrés, con su porte de príncipe de casi dos metros, con su sonrisa de labios gruesos rojos y sus dientes blancos, esos ojos almendrados que cerraban y abrían al unisono de su risa. Me enamoré profundamente de él, pero nuestra amistad era más fuerte y fue mi mejor amigo/amado.
También sé que hubo un tiempo en el que tu te enamoraste de mi, quizás fue al mismo tiempo que yo de ti, y quizás también, al mismo ritmo nos amamos, pero preferimos ser amigos/primos, que ninguna otra cosa o con todo junto, porque no queríamos que nada en el mundo derribara ese amor/amigo, que un día nació y del cual podemos contar varias décadas, casi tantas como nuestra edad.
Cuando estoy triste o atribulada, le escribo a Ana y entre líneas llenas de palabras con frases que dicen ideas/reflexiones, voy calmando el espíritu que está agitado. Hoy me pasó lo mismo contigo, con la intención sincera de desearte el mejor de los felices cumpleaños, primito de mi corazón. Te echo tanto de menos, te extraño, extraño te. Gracias por este espacio en el que volvimos a estar juntos, aunque la distancia de kilómetros terrestres y aéreos, nos tengan tan lejanos el uno de la otra. Te quiero mucho, siempre te voy a querer, siempre vas a ser mi primito querido, mi amigo/amor. Gracias por este espacio de memoria y nostalgias!!!
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