Ayer se cumplieron siete años de la muerte de mi madre, el cielo que cubrió al mundo todxs dicen que fue "el más hermoso del invierno" y cómo no, si eras tu, era el asalto al Cuartel Moncada, eras tu, tu, mi mamita amada proyectándote en todo el esplendor del universo.
Los días avanzan, la memoria está llena de ti, miro el calendario y
dicen que en tu día habrá chubascos. No como hace 7 años que llovió
torrencialmente, nos llovíamos/llorábamos por dentro, mientras el cielo
lanzaba esa luz divina que atravesó la cúpula que miraba desde tu
ventana para posarse sobre tus pies. Esa tarde, el cielo quería
abrirse/partirse en la misma medida que el dolor que dejaba tu
ausencia. Y hoy a cinco días de, las camelias quisieron verte/conocerte
bañadas en gotitas/ agua, gotitas de rocío.
Hoy comencé con la
profunda sensación de pesar, claro, faltan cuatro días....y me contaron
que anoche un cometa rozó el cielo del hemisferio norte....entonces
vuelven las coincidencias, ¿son realmente coincidencias? Como cuando la
Aurora boreal inundó el cielo de julio hace siete años, sí cuando
titilabas entre irte y quedarte.
El mundo, la vida, los hechos y
sucesos, formamos un círculo que a veces se rompe, pero finalmente
vuelve a cerrar. Aunque en su interior no estés tú.
Tres, tres, como cuando juegas a las escondidas rápidas y cuentas hasta
tres. Tres veces sin respirar, tres veces, tres hijas, tres tristes
tigres. Tres días, uno, dos, tres. Y sin embargo el amor, mezclado con
la eternidad y las nostalgias duran más, mucho más que tres.
Día ante penúltimo,
ambigüedad de no ser ni antes, ni el último. Dos días y la piel se
estremece, la piel con sus poros se me estremece y más aún si te pienso
desde este mi lugar, espacio casa, mi pieza donde un día como hoy hace
siete años, dormiste sin dormir, estuviste sin ya estar y yo a tu lado
custodiando tu sueño no dormir, tu presencia no estar.
Tu, de
generosidad absoluta que compartiste con tus tres gracias, tu alma, tu
cuerpo y sangre. Tu, que faltan dos días y me quedo hipnotizada mirando a
la Camelia que llegó en vez de ti y la bugui que tanto querías. Dos
días antes y no dejo de pensar atormentadamente todo lo que te retribuí tibia y egoistamente.
Dos días y una vida, vida cuanto me dure ella,
para juntar ganas de haberte ayudado a bañar, a peinar, de continuar
cortándote el pelo todas las veces que quisieras. Dos días para decirte
que tarde bien tarde, entendí que no existirá otro vínculo sincero y
cálido, como el que contigo tenía.
Uno, solo, solos llegamos y así nos vamos. Un día, uno, uno solo, uno
con sensaciones que evocan nostalgias visuales...el primer día que
amanecimos sin ti, la casa habitada ya nunca más con tres.
Salir al
patio, ambiente de tristeza, invierno frío, nos cobijamos bajo tu bugui,
llena de hojas secas, otras aún húmedas y danzando/jugando zarandeamos
ramas provocando lluvia de flores y hojas secas abriendo paso al sol
tibio que atravesaba con su ejército de rayos luminosos que tocaban
nuestras cabezas, llegaban al suelo, acariciaban otras plantas. Y sin
dar espacio al olvido nos regresó hasta ese día en que posándose sobre
tus pies, iluminó la ruta que recorrerías, ni bien dieran las seis de
la tarde.
Y llegó el día, aunque
falta que el tictac marque las 6 en punto. Y entonces me adelanto,
intento cubrir el tiempo, las nubes, el aire, con tu presencia/ausente,
con mi recuerdo/presente, con mi amor/eterno. Quiero que todxs digan que
soy idéntica a ti, que heredé tu sonrisa, tu mirada, aunque por ahora
solo imite tu corte de pelo.
Madre, mamita mía de mi, mi gran amor, mi
gran amiga/compañera, pasaré lo que me reste de vida arrepintiéndome ser
tan humana como tonta, que no supe comprender que mi forma de vida
junto a ustedes, era la única para ser feliz. Con sus ausencias a
cuestas, me quedé tan sola, comprendí cuan falsas son las palabras
vacías de lxs que me rodeaban.
No le temo a estar sola/a solas, es más
me encanta, pero sí lamento haber perdido las mejores compañías que la
vida me ofreció. Si pudiera mover el tiempo de lugar elegiría estar
contigo, Antonio y mi paire, en Guadalajara, del 78 al infinito, siempre
y cuando en esa eternidad nunca nos separáramos. Mientras tanto, estaré
recordándote, desde todas las latitudes posibles, donde sienta que al
menos me miras. Besos.
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