21 de abril de 2013

Necesidad por escribir.


Despertarse con la sensación que las manos se van tras una hoja un lápiz, necesidad de plasmar todo aquello que guarda el pensamiento, el corazón, las emociones, las últimas sensaciones, el alito de todos esos sentimientos reunidos minuto a minuto en el tiempo reciente.
Descubrimiento de historias, personajes, algunos todavía tienen el placer de caminar por la ciudad, esta ciudad, nuestra ciudad y mirando hacia el cielo, descubren hermosuras arquitectónicas y en susurros piensan "esto lo hice yo". Orgullo urbano, cariño por el lugar en el que se vive, material, concreto, adobe, ventanas, puentes comunicantes. Habitaciones sociales, sentimiento de llevar la belleza hasta los más desposeídos.
Haber o ser alguien, entregado parte de sí con todo el alma, corazón, energía y transformar, crear. Envidia de ser simplemente una pequebu incapaz de crear, entregar algo más allá de los locuras que salen por mi boca. Trascender no por el ego si no en dejar escencias maravillosas para la gente. La sensación de ayuda social, sincera, profunda, ayuda de abrir mentes, ideas, mostrar la belleza del verde árbol, tronco café, trasladar la hermosura del paisaje hacia aquellos, que por su destino azaharoso les fue concedido lo malo, lo poco, lo feo. ¿Qué hacer? ¿Cómo hacer?

Pienso en mi amado abuelo Titin, que dedico su vida en pos de la tuberculosis, salvó personas, les alargo la calidad de vida, acercándose a los más desposeídos, para los cuales la muerte era parte de la tradición familiar, porque para ellos no había médicos, las medicinas, la posibilidad de lograr una mejor vida, sana, saludable, larga. Ahí estaba mi amado abuelo, aquel caballero hermoso, alto, de cabellera blanca, las piernas, manos y pies más hermosos antes vistos. Con ese aroma a talco, agua de colonia, su sonrisa encantadora, recitando poemas chilenos de principios del siglo XX, bailando el tango que menena con cada una de las nietas. Ese mismo maravilloso, locuaz, encantador, bello, generoso, caballero, trascendió, trasciende todos los días de la vida que con los recuerdos lo traemos, veneramos, amamos y renovamos todas las acciones maravillosas que hizo.
Mi querido papá, con su locura creativa, sus impulsos, cultura, inteligencia, sacó adelante generaciones de historiadores en Chile, en México, de vuelta en Chile. Unos pocos en Santiago de Chile, que se les pueda escuchar su amor, veneración por aquella personalidad tan fuerte, energética, vigorosa, pero quienes lo conocieron, disfrutaron sus clases en sus mejores momentos y supieron comprender los malos instántes, para ellos, para nosotros, mi papá también trasciende todos los días en cada uno de esos profesores de historia que pululan por el mundo. Mucho más los estudiantes mexicanos, más agradecidos, inolvidables, presentes por siempre, pese a todos los peros porque la vida no es color de rosa, y a través de cada uno de ellos, de ese cariño que salpica desde el norte de América Latina hasta el Cono Sur, el amor y respeto por él crece, crece y se intensifica más y más.
Y quisiera ser como ellos, pero no sé por dónde, no encuentro el camino para salir de mi cómoda y pequeña burguesa existencia, de vidita pequeña, comodidades egoístas, nimiedades, vidita de mierda, que no trasciende, no crece, no encuentra como hacerlo y se queda atrapada, invisible, inservible. Queriendo ser - como mi mamá en sus años mosos-, misionera, ya no de África sino que de mi propia América Latina, cualquier cosa en la cual se trabaje para y por el otro, el sentido de entrega, de darse por completa, ayudar, guiar, servir, siempre late en mi interior. Desde acomodar la etiqueta de la ropa que sobresale, acomodar los hombros de las jóvenes hermosas que deambulan por las calles, hasta entregar no sé qué conocimiento, toda la ayuda posible, todo lo que en mis manos esté para que el otro, la otra, todos los de alrededor, sean lo más felices, sanos, contentos del mundo. ¿Para dónde ir? ¿Qué hacer?

Mientras tanto, en mi existencia pequeña y burguesa, voy nutriendo los ojos, el sentimiento, pensamiento, de viajes, mundos, lugares diversos y distintos, árboles enormes, pequeños, hojosos, con el otoño encima. Rodearse de naturaleza, plantas, aire puro, montañas, agua cristalina, sueños, pensamientos que viajan lejos, lejos, lejos, ideas que surgen, palabras, frases, el sonido de una canción, tararear una melodía.
La cultura que se abre, mirando siempre hacia arriba, el cielo, la copa de los árboles, descubrir caserones hermosos, los más ruinosos, de historias increíbles, soñar con esos tiempos majestuosos, cuando el mundo desde todas sus aristas estaban recién inventandose. Estilos, formas, diseños, veredas, ventanas, casas, caserones, castillos, edificios, puertas, rejas, entradas, hall, escaleras, pasamanos, mármol, adobe, cemento, vidrio, vitrales, biselados, guardapolvos, admirar, aprender, no olvidar, recordar nombres, épocas, aprender, aprender, soñar, evocar, suspirar, ensoñar.

Reencuentros coincidentes, asertivos, encantadores, renovar votos, amores, cariños, sentimientos que una vez surgieron, por un tiempo permanecieron adormecidos y hoy, de pronto, radical y absolutamente se ponen en pie. Hermanitas de la vida, amigos, sobrinas, hermano mexicano, añoranzas por tiempos de ayer que vuelven, regresan, están, se disfrutan. La felicidad que golpea el pecho hasta sentir que crece y casi revienta. La alegría que sale por los ojos, la risa, sonrisas imparables, belleza, cálidez por todas partes. Aquel temor de antaño que lo maravilloso en algún momento terminará, no asusta, lo que tenga que pasar que ocurra, mientras tanto se aprovechara con creces las sensaciones.
De pronto la madurez sabe a parar un poco mucho el acelerador, detenerse y disfrutar, amar, percibir el cariño, sentirlo y enviarlo de inmediato, sin pensar en cuanto durará. Un avejentamiento en la prisa de lo que se vive, ya no se corre, más bien se disfruta, se goza, para atesorarlo por siempre jamás en la caja de la memoria, de los olores, miradas, para siempre jamás.
La necesidad de escribir comienza a saciarse por ahora.
Gracias vida, gracias abuelito Titin, papito de mi corazón, amigos, hermanos, hermanitas chilenas, hermanito mexicano, familia, sobrinas hermosas, luminosas y queridas, árboles, hermosos parajes, sin ustedes la vida sería más pequebu de lo justo y necesario.

3 de abril de 2013

Cinco años.

Cinco años papurro de mi vida, cinco como el número que conformaba nuestro lindo clan, nuestra hermosa familia "los cinco". Cinco sin ti, eso si que es mucho tiempo, aunque como bien decimos todos, aunque fisicamente no estás, siempre de los totales estamos recordándonos de tí, de tantas, tantísimas cosas vividas juntas, dichas por tí, compartidas, viajadas, tanta tida compartida juntos papacito de mi cucharón.

Y en este símbolico cinco, tu sabes para mí siempre hay que estar buscandole el simbolismo a las cosas, el significado, el por qué ya que si no, no tiene sentido y en este cinco, en este año en el que sumas cinco, te contaré que vuelvo a México otra vez, como siempre, como tanto quería desde hace cinco cuando estando allá, se te ocurrió morirte. Ahora vamos de nuez, en agosto, a ver a los amigos entrañables, que se mantienen firmes frente al pueblo y además, sumando más y más, más nostalgias, más amigos y amigas del pasado, de aquel pasado que es nada menos que la vida misma, mi vida, la vida que tuvimos LOS CINCO en Guadalajara, la que nos dieron, la que nos diste, la que nos entregaste y ahora vuelvo, vuelvo otra vez más y eso me contenta como sabrás.

Voy a Ciudad de México a ver a los amigos chilanguitos y después todo el rato, el mayor rato a Guadalajara porque me reencontré con mis compañeras de la secundaria, con la siempre Rooncita, con Ricardo Delgadillo, Gerardo Enciso, tantos, tantos amigos queridos del ayer, que siempre serán mi presente, mi vida, lo que más, más amo y adoro. Asi que pues estoy feliz como lombriz, de volver a recorrer una  y mil veces las mismas calles, quizás todas distintas, pero las mismas calles, lugares, barrios, momentos, circunstancias que pasamos juntos LOS CINCO. Más y más razones para endiosarte eternamente papito de mi corazón, por haberme dado la gran oportunidad de conocer México, pese a las circunstancias y haber construído la que soy, la que seré y la que siempre amará con todo su todo a ese lugar maravilloso.

Cinco, cinco, cinco, Los Cinco, Cinco años, Cinco, cinco, cinco. Te quiero más que cinco pero te quiero cinco.