20 de octubre de 2012

Mezclando al mundo.

Hace unos días atrás estuvo de paso por Santiago, nuestro por siempre amado, ensoñado, hermano Antonio. Era un viaje relámpago y como tal, lo que más queríamos era estar con él la mayor cantidad de tiempo y en ese espiritu burbujiento, cerrado, egoísta que confieso me provoca todo, todos, todo lo que tenga que ver con México, suelo no querer compartirlo con NADIE.

Las situaciones finalmente se dieron fluidamente, por suerte y de ahí la enseñanza que saqué. Queriamos, quería que Antonio fuera única y exclusivamente de mi mamá, la Manu y mío. Que nadie más viniera, lo viera, para que las horas, pocas, pudieramos tenerlo entre nosotras. Y ocurrió que mi sobrina Violeta tenía urgentemente que venir porque necesitaba que la ayudaramos con una tarea para la universidad y bueno, ella es mi locura local, la amo con todo el corazón, es una persona maravillosa, luminosa, hermosa, me encanta, la amo indiscriminadamente y por supuesto no pude decirle:
- "no Viole, esta vez no puedes venir".
Es que no puedo hacer esas cosas, no con ella al menos, en realidad con nadie, no soy de negar prefiero ser más sofisticadamente perversa y negar, ocultar, mentir.

Entonces pasó que la niña, enorme, adolescente, preciosa de Violeta, mi sobrina, vino. Vino y en esa situación que obviamente solo yo puedo entender y que es lo que me hace matadamente "rara", ocurrió que sentí eso de que Ibarra (Antonio) estuviera durmiendo en su pieza (la de la Manu en realidad) y que Viole se paseara por la casa y que en cualquier momento ocurriera el encuentro. Encuentro de dos personas que no se conocen, pero que ella sabe perfectamente del amor total que profesamos por Ibarra e Ibarra sabe de la existencia de Viole porque yo le he contado. Pero por azahares del destino, nunca de los antes se había dado que se juntaran.

Y ocurrió que después de un buen rato en que Ibarra lograra ponerse al día con Morfeo, ya que llega una edad en que algunos ya no pueden ser azafatas tiempo completo y con su neceser muy mono, apareció en la galería del comedor Antonio. Violeta estaba sentada de espaldas a él en el comedor y fui precisamente yo, YO, yo, quien grito:
- Mira Ibarra quien está aquí. Mi sobrina Violeta, mi querida sobrina. Mira Viole él es nuestro hermano Antonio.
El uno conoció a la otra, se abrazaron, el beso correspondiente en la mejilla y todo bien. TODO BIEN.

Eso es lo bueno entre nosotros, entre todos, entre Antonio, la Violeta, que somos, son, somos, son, personas tan naturalmente naturales, relajados. Porque sin mediar preámbulo ni nada, de pronto estábamos los cinco (mi mamá, Antonio, la Manu, Viole y yo) sentados alrededor de la mesa del comedor hablando de la vida, como si los recién presentados se conocieran de toda una vida. De hecho Viole requería ayuda de HELP porque tenía en unas horas mas una clase-prueba sobre unos temas aburridisimos y densos, en los que todos la ayudamos para que le fuera súper bien.

Después Viole, en otra oportunidad comentaría lo encantador, simpático, tierno que le pareció Antonio. La voz maravillosa que tiene, ese tono calmo y pronunciado, el color de piel maravilloso y bueno todas esos grandes detalles que hacen que AMEMOS tanto a nuestro Ibarra.
Y lo que me gustó finalmente, después de todas mis taras existenciales, fue lo bien que resultó todo. Que se pudiera mezclar mundos, mezclar historias, mezclar vidas. Tanto que me cuesta por la cresta hacer estas cosas, siempre, de los siempre manteniendo mi mundo privado, especial, maravilloso, único e irrepetible que fue México, Guadalajara, Jalisco, México pero me alegra enormemente haberlo compartido con mi adorada, ensoñada, amada Violeta Cereceda Orrego.
Gracias a quien corresponda, ya sea Mister Dog, miss naturaleza, los árboles y su sabiduría infinita, gracias miles, de eternas por este maravilloso momento vivido, aprendido y espero que difundido.